jueves, 21 de diciembre de 2017

El conde de Montecristo. Alejandro Dumas


     "Todo mal tiene dos remedios: el tiempo y el silencio."

     Este diciembre muchos hemos sido los que acudimos a comprar la última reedición de El conde de Montecristo, sobre todo porque se trata de una edición corregida y puesta al día, algo de lo que, de este título completo, estábamos escasos. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El conde de Montecristo.

     Conocemos a Edmond Dantès un honrado marinero que está enamorado de la joven y hermosa Mercedes. Poco sabe que su amigo Ferdinand le va a traicionar para quedarse con la chica y menos aún que acabará en el castillo de If, en el que pasará 13 años condenado injustamente. Toda esta pesadilla cambiará al antes joven Edmond.

     Poco se puede decir sobre El conde de Montecristo que no se sepa ya. Empezando por su autoría, que no corresponde solamente a Dumas (padre) ya que lo escribió junto a Auguste Maquet, que a cambio de un buen pago accedió a no figurar como coautor. No se trata además en este caso, de uno de esos bulos sobre escritores y supuestos negros, ya que Maquet colaboraría con Alejandro Dumas en más títulos. De hecho, este profesor de historia conoce a Dumas por remitirle una obra para que se la retocase, consiguiendo así un éxito, que repetiría con otra novela de Maquet transformada. El editor de ambos, viendo que se vendían mejor las novelas firmadas solo por Dumas, acordó con Maquet que no apareciera su nombre a cambio de una considerable cantidad de dinero. Su colaboración fue algo habitual, teniendo incluso una estructura fija de trabajo, y no fue el único ya que se dice que Dumas llegó a tener sesenta y tres colaboradores. No en vano, una de esas anécdotas que proliferan sobre escritores conocidos dice que Dumas padre le preguntó a su hijo: "¿Has leído mi última novela?", a lo cual el hijo, como buen hijo rebelde, le respondió: "Sí, ¿la has leído tú?".

     Volviendo a esta edición, con la traducción de José Ramón Monreal, él mismo comenta que toma como referencia un texto corregido y que, por lo tanto, estamos ante una obra que ha sido pulida de inexactitudes que pudiéramos encontrarnos en otros casos. De este modo se convierte en la tercera edición corregida en Europa junto a la italiana de Einaudi y la francesa de Laffont.

     La novela, de grosor imponente y categoría de clásico imprescindible, es una historia de aventuras que va más allá entre venganzas, amores y pasiones hasta convertirse en lo que yo denomino un novelón y habitualmente se conoce como folletín. De este modo, tenemos entre manos una novela que no da tregua con momentos estelares como la gestación del conde y otros que nos sorprenderán por la forma tan actual que tenía el autor de tratar temas que incluso hoy pueden considerarse escabrosos. Hoy, todo el mundo conoce el castillo de If, al menos de oídas, exactamente igual que todos sabemos quién es Edmond Dantès, pero el trabajo que hace Dumas en la novela, consigue que siga siendo de lectura casi obligada para cualquier lector, ya que tiene un momento para cada gusto y criterio consiguiendo así una obra de la que todos vamos a disfrutar.
     He dado a entender, creo y ha sido intencionado, que no se trata de una obra sesuda, pero eso no significa que esté exenta de una crítica social a la superficialidad, las apariencias y el materialismo.

     El conde de Montecristo es una de esas novelas cuyo título y grosor puede impresionar al lector hasta que comienza su lectura y descubre una historia bien narrada, divertida y llena de acción. Posiblemente si se hubiera escrito en nuestro siglo, estaría muchas semanas en las listas de best sellers.

     Y vosotros, ¿recordáis algún título que os cause respeto?

     Gracias.

    PD. Felices Fiestas, volvemos el día 10.


martes, 19 de diciembre de 2017

Empiezo a creer que es mentira. Carlos Mayoral



     "Hay versos que se le clavan a uno en el entrecejo sin remedio. Como si al leerlos, parafraseando a Neruda, dejaran en la razón su quemadura. Siempre he imaginado la memoria del lector voraz de poesía como una amplia estantería cargada de armas blancas prestas a ser utilizadas, la mayoría de las veces contra uno mismo. ¿Se alimenta este lector voraz de la sangre provocada por las heridas? Mi respuesta es afirmativa, porque la letra suele escribirse a través de la supervivencia, agarrándose al margen de la hoja, a las anillas del cuaderno. Es decir, lo importante de la herida no es tanto el dolor como continuar con vida."

     Pese a no ser fan de los libros llenos de anécdotas, lo soy de la literatura. Eso hizo que me fijase en este libro tan amarillo, y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Empiezo a creer que es mentira.

     Hemos destruido a los clásicos, dice Carlos Mayoral al comenzar su último libro. Afirma que es la frase con la que siempre quiso comenzar un libro y, ¿por qué no ponerla y luego explicar lo que representa?, ¿no es eso acaso un comienzo tan válido como otro cualquiera bien utilizado como excusa para esa primera línea? Cualquier excusa parece buena si se trata de hablar de literatura, o al menos esa es la sensación que uno tiene cuando lee este libro.
     Lo cogí, lo reconozco, pensando en encontrarme con una suerte de recopilatorio de anécdotas de esos que se pusieron tan de moda hace unos años. Y, a fin de cuentas, todo lector empedernido es un poco cotilla al respecto de la vida de sus autores favoritos. No podemos evitarlo. Los lectores incluso nos enamoramos de las voces narrativas. Tengo un amigo lector de criterio que afirma sin pudor dormir con aquél escritor que lee en el momento y otro amigo que es escritor que realiza el proceso contrario eligiendo de entre aquellos que pueblan su entorno, los nombres y características de sus personajes. Evidentemente ambos casos son empíricos y nada carnales. Y algo así es lo que hace Carlos Mayoral en este libro que, al contrario de lo que puede parecer al leer su primera frase, está poblado por clásicos.

     Empiezo a creer que es mentira, cuando ha tachado verdad, es un juego en el que el autor le va contando al lector todo aquello que fue recogiendo de sus lecturas. Así nos encontramos con Alfonsina y el mar, o con la dedicatoria dejada por Hemingway a Baroja en una narración llena de sucesos que rozan la leyenda real o inventada de algunos momentos que poco a poco parecen haber pasado a la historia de la literatura. Aquí, el lector curioso se verá más que satisfecho. Pero más allá de todo eso, lo que se desprende de las páginas del libro es pasión por las letras. Me gustaría tiritar -dice el autor -como ese Poe que, excepto la vida, había perdido todas las cosas que podía tocar. Y más allá del dramatismo, esta frase conjuga la personalidad del narrador, la capacidad para convertir en personas reales a escritores que son más personajes que vivos por el nombre alcanzado en la literatura universal. Un narrador que, en algunos momentos, parece obsesionado con la muerte tal y como Mayoral demostró  otra "obsesión" en Etílico y es la relación entre literatura y alcohol. Se le notan sus pasiones cuando habla, por ejemplo, de Unamuno o Bolaño y hace una incursión en la literatura escrita por mujeres que, mucho me temo, no será reconocida.

     Es cierto que nos encontramos muchas veces con un comienzo de párrafo repetido, "cuentan que..." y justo detrás aparecerán nombres como el de Philip Roth y aquel momento en el que parafraseo a un boxeador retirado diciendo "Para lo que tuve, no lo hice mal", descubriéndonos momentos puntuales que tendremos la tentación de apuntar por simpáticos o llamativos. Pero lo es más que, cuando uno termina la lectura y cierra el libro, tiene la sensación de haber mantenido una charla con un verdadero amante de las letras. Se ve el lector desbordado casi por la cantidad de nombres que ha ido Mayoral enlazando a lo largo de las casi 350 páginas que ocupa su último título y que hemos sido capaces de leerlas en un suspiro. Y eso hace que uno no pueda evitar querer escuchar hablar a Mayoral, porque ahora que ya lo hemos leído, se nos ha implantado una idea en la cabeza que no podemos dejar de mirar: puede que se hable de libros, pero se habla muy poco de literatura.

     Empiezo a creer que es mentira es una lectura que se sale de lo corriente pero que estoy segura gustará a cualquier lector empedernido, curioso habitual o simplemente aficionado a la literatura. 

     Y vosotros, ¿os consideráis lectores curiosos?

     Gracias.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Carter. Ted Lewis



     "La lluvia llovía."

     A veces no hace falta más que leer la primera frase de un libro para que algo se active en el cerebro del lector. En mi caso, que alguien hubiera tenido la osadía de comenzar una historia con semejantes palabras, fue la chispa. Hoy traigo a mi estantería virtual, Carter.

     Tras ocho largos años ausente, Jack Carter regresa a su pueblo con pocas ganas y aún menos entusiasmo. Su hermano ha fallecido en unas circunstancias más que dudosas y eso es lo que le hace volver.

     En el año 1971 se estrenó en los cines Asesino Implacable, una película dirigida por Mike Hodges y protagonizada por Michael Caine. Caine puso la cara a Jack Carter para tanta gente, que pese a que el libro se había escrito un año antes, quedó a la sombra de la película. Eso provocó su retirada del mercado sin reediciones y Jack pasó muchos años a la sombra de un Caine vestido con un traje al corte y una escopeta. Así es como Lewis quedó en la oscuridad pese a ser guionista y terminó dibujando postales (de hecho poca gente sabe que llegó a escribir guiones para la serie Doctor Who que no se usaron por ser demasiado "negros"). Y este año a punto ya de finalizar, nos llega Carter a las librerías provocando pasiones entre los aficionados al género.

     En este libro Carter deja el smoke, es de suponer que habla de Londres, para volver a una de esas ciudades anónimas industriales del norte de Inglaterra. Su hermano Frank ha fallecido al precipitarse con el coche por un acantilado en un evidente estado de embriaguez. Y Jack sabe que su hermano no bebe, ni haría jamás algo así. Con este punto de arranque se planta en una ciudad dominada por un tal Cyril Kinnear y nos presenta a Doreen, la hija de su hermano, y a Margaret, su amante. Lewis nos desgrana una historia con dos hermanos, a través de los recuerdos de Jack, en la que pronto nos quedan claras las diferencias entre ambos y como uno de ellos iba claramente encaminado hacia una vida poco o nada respetuosa con la ley.

     La novela tiene un estilo propio y muy personal marcado por frases cortas que se suceden de una forma a ratos casi telegráfica. El resultado es un ambiente casi hostil, masculino, que nos obliga a pensar en las calles sucias de una pequeña ciudad y en un Carter astuto que busca la debilidad de las personas con solo una mirada y que tiene más de depredador que de persona. Ni siquiera cuando nos plantean la posibilidad de que Doreen sea su hija, parece importarle demasiado. De este modo Lewis lo convierte en un tipo duro que no necesita la excusa de haberse endurecido con el tiempo y esa sensación se ve reforzada en cada una de las frases del libro. Ahí es justo donde la primera persona cobra su protagonismo real, en cada observación que nos deja el narrador. Cada expresión, cada rastro de violencia de provincias, cobra un significado que va más allá de la lectura, y es el de dibujar al protagonista. Y eso llega a hacernos sentir una cierta claustrofobia. Porque nos damos cuenta de que nos ha encerrado dentro de la mente de Carter. Y eso, no puede ser bueno.

     Carter me ha parecido un libro estupendo y cuyo protagonista protagoniza otros tres títulos que me voy a poner a buscar en este mismo momento. No dejéis de echar un ojo... sobre todo si sois aficionados al género.


     Pocas son las novelas que quedan a la sombra de sus adaptaciones cinematográficas, pero es cierto que no siempre se cumple eso de "es mejor el libro que la película". De hecho, y así sin darle muchas vueltas, recuerdo que me gustó infinitamente más "El club de los poetas muertos" en su versión cinematográfica. Y vosotros, ¿recordáis películas que os gustaran más que la novela?

     Gracias.

jueves, 14 de diciembre de 2017

La madre. Máximo Gorki


     "Cada mañana, entre el humo y el olor a aceite del barrio obrero, la sirena de la fábrica mugía y temblaba. Y de las casuchas grises salían apresuradamente, como cucarachas asustadas, gentes hoscas, con el cansancio todavía en los músculos. En el aire frío del amanecer, iban por las callejuelas sin pavimentar hacia la alta jaula de piedra que, serena e indiferente, los esperaba con sus innumerables ojos, cuadrados y viscosos. Se oía el chapoteo de los pasos en el fango. Las exclamaciones roncas de las voces dormidas se encontraban unas con otras: injurias soeces desgarraban el aire. Había también otros sonidos: el ruido sordo de las máquinas, el silbido del vapor. Sombrías y adustas, las altas chimeneas negras se perfilaban, dominando el barrio como gruesas columnas." 

      Tengo una cierta tendencia a recaer en libros de corte amargo, que no hablan de felicidad y placidez sino que cuentan historias duras, de esas que forjan el carácter por obligación y dejan cicatrices en el alma. Ese tipo de historias. Por otro lado huyo de aquellas que contienen demasiadas consignas políticas, de forma directa o encubierta, no me gusta y me cuesta hacerme con ellas. Por eso de entrada dudaba ante este libro. Hasta que un día, no recuerdo en dónde leí: No conozco personaje más limpio que una madre, ni corazón con más capacidad de amar que el corazón de una madre. Hablaban de este libro, así que me decidí. Hoy traigo a mi estantería virtual, La madre.

      Conocemos a Pelagia, una mujer rusa perteneciente a la clase obrera que vive bajo la férrea mano del marido y del régimen. Al enviudar su hijo empieza a sentir ansia por saber, ansia de revolución y a demostrarlo ante su madre. Ella no entiende esta necesidad, ha vivido de una forma y teme el cambio y las consecuencias que pueden tener y tienen buscarlo. Sin embargo es su hijo, y eso hace que se esfuerce y abra las puertas de su casa a este cambio mientras lucha por abrir también las puertas de su mente. A fin de cuentas, es su hijo.

     Alexei Maximovich Petrov, usó de seudónimo Máximo Gorki. Eso ya nos debería de dar una pista, Gorki significa amargo, y así es su texto. Al menos en esencia al tratar las desigualdades abismales de la sociedad. A través de un libro sencillo, un vocabulario igualmente sencillo y unos personajes apoyados en apenas unos pequeños trazos físicos entramos en esta historia que comienza con la sirena de una fábrica. Vamos conociendo a esta mujer, esta gran mujer que nos va ganando el terreno poco a poco a medida que avanzamos en la historia. Pero no sólo eso, sino que somos testigos de excepción de un momento crucial en la historia rusa, estamos viviendo un cambio social que dará pie a una revolución, y lo hacemos a través de la experiencia y los ojos de Pelagia. Este libro, referente de la literatura rusa para crítica y lectores, nos aporta un testimonio de excepción. Asistimos a la vida gris de esta familia y al cambio, vemos al hijo leyendo, buscando su verdad hasta terminar contactando con revolucionarios y participar de su movimiento con el riesgo que ello entraña. Una época en la que este tipo de ideales terminaban, en el mejor de los casos, en el destierro. Y ahí es donde Pelagia es puesta a prueba, no lo entiende, no comprende esa lucha en la que su hijo se mete, pero es su hijo y tiene que apoyarlo de alguna manera. Poco a poco empieza a escucharlo mientras admite la revolución en su casa, y empieza a comprender que tal vez no sea tan malo buscar ese cambio.

      Por encima de la lucha, de la condena social, de las ideas revolucionarias, es un libro conmovedor. Un libro en el que una madre lucha por entender la actitud de su hijo, una mujer que empieza siendo una vieja de cuarenta años y a la que vemos crecer en un libro que resiste el paso de los años con firmeza. Se llega al final con interés en la historia de Pelagia, buscando saber la opción que tomará el autor, sólo vemos dos posibles y tenemos clara nuestra apuesta... y nos encontramos con un final espléndido que nos retumba en el cuerpo durante días, porque no es una historia sencilla. Ni bonita. Hoy traigo un clásico reciente con un claro mensaje social y político, pero también con uno de los protagonistas que más interés han causado de la literatura rusa. Como sucede con estos libros ha sido tantas veces alabado como criticado, pero muchas veces esta diferencia de opiniones tan extrema hace que un título nos interese aún más.

      ¿No os sucede que los libros que provocan reacciones encontradas os atraen más que aquellos que son de aplauso unánime pero sin entusiasmo?

      Gracias

miércoles, 13 de diciembre de 2017

El nombre del mundo. Denis Johnson


     "Yo tenía casi cincuenta años cuando se presentó la oportunidad. Al terminar mis estudios, enseñé en un colegio secundario más de una década, sumando puntos de posgraduado para mi currículo durante los veranos. Un día le escribí una carta a un candidato presidencial, aconsejándole sobre políticas y estrategias (se trataba del senador Thomas Thom, de Oklahoma; sus posibilidades se esfumaron a poco de empezar las elecciones primarias), y aunque yo no tenía idea de que a las personas que escribían semejantes cartas se les prestaba atención e incluso se les ofrecía un trabajo, en un abrir y cerrar de ojos pasé de ser míster Reed, el encargado de estudios sociales, a convertirme en Mike Reed, el escritor de discursos, el hombre todoterreno, el tipo al que podías confesarle lo que fuera en el guardarropas mientras buscabas tu abrigo."

     Denis Johnson no es uno de mis escritores favoritos y, siendo sincera, dudo que llegue a serlo. Sin embargo algo le veo a sus letras que continúo buscando sus libros como si supiera que en algún momento llegaré a tener la novela perfecta entre manos. Hoy traigo a mi estantería virtual, El nombre del mundo.

     Conocemos a Michael Reed. A lo largo de su vida ha sido profesor de secundaria y ha estado incluso al lado de un senador. Sin embargo, nosotros lo conocemos como profesor universitario adjunto sumido en la más profunda soledad. Su mujer y su hija fallecieron hace el tiempo suficiente como para que se le desdibujen sus rostros en la memoria. Le conocemos en un momento en el que su vida se convulsiona, motivado principalmente por la irrupción en ella de la violoncelista Flower, mucho más joven que él.

     Estamos ante un libro corto pero cargado de sentimientos, como ya nos tiene acostumbrados el autor. Esta vez el protagonista es un escritor y profesor que pasa de los cincuenta y vive en una suerte de stand by sin que nada le comprometa o importe mucho, desde la pérdida de su familia. Reed es un hombre al que le falta vida pese a tenerla en sus venas y eso hace que la sensación de soledad que transmite al lector sea, en algunos momentos, casi sobrecogedora. Le descubrimos roto y solitario y también, por qué no, errático, entrando y saliendo de relaciones sociales que no le exijan demasiado y conviviendo de la forma adecuada para ser uno más. Sin sobresalir. Igual que no lo hace, al menos en apariencia, la forma de contar la historia, que pasa por un tono contenido que a veces roza la indiferencia pero que esconde muchos matices que se van desatando a medida que avanzamos en la historia. Una historia en la que irrumpe la joven Flower, mezcla de mujer e hija quizás más lo que hubiera sido lo segundo con ecos de lo primero o tal vez todos los fantasmas de los seres que le faltan al protagonista, encarnados en un carácter que roza los límites y que le provocarán una desestabilidad, un terremoto mientras la narración de la historia parece permanecer inalterable. Esta mujer, de la que dije violoncelista se dedica a realizar un espectáculo sexual pseudopeligroso que dará pie al lector a pensar en el peligro que puede correr un hombre que se ha negado a la vida si se lanza a respirar el aire de esta fantasía hecha carne.

     El nombre del mundo podría parecer una novela sobre el duelo, la pérdida y el vació y desolación que dejan en quien lo sufre, pero avanza más allá de eso, por el difícil camino que se recorre una vez pasada la etapa más oscura. Tal vez por eso Johnson no puede evitar dejar un rastro de humor a lo largo de la novela, a la par que nos deja ver el filo del juego que no es tan inocente como una simple fantasía de encontrar una hija perdida. Y la capacidad que ha tenido de condensarlo todo en una novelita corta, de conseguir que el lector sienta como desciende a la soledad, la tortura, la asfixia y también la necesidad de respirar, son las cara´cterísticas más sobresalientes del libro. Un libro que, por lo demás, cumple con lo que uno espera de los libros de Johnson: un protagonista "normal" en un lugar inespecífico y la engañosa apariencia de estar ante una historia más. En los libros de Johnson siempre hay más.

     Me ha gustado El nombre del mundo, posiblemente uno de los libros del autor con los que me quedo.

     Las grandes novelas no han de tener muchas páginas, pero aún así, muchos evitan aquellas que consideran demasiado cortas. Decidme, ¿miráis con recelo los libros que son "demasiado cortos"?

     Gracias.


lunes, 11 de diciembre de 2017

La grandeza de la vida. Michael Kumpfmüller


     "El doctor llega a última hora de la tarde, un viernes de julio. El tramo final que recorre desde la estación en un automóvil descubierto no se acaba nunca, sigue haciendo mucho calor y está exhausto, pero ya ha llegado. Elli y los niños lo esperan en el vestíbulo. Apenas le da tiempo a dejar el equipaje y ya Felix y Gerti corren hacia él y le hablan sin cesar. Han estado en la playa desde por la mañana temprano, y les encantaría volver y enseñarle lo que han construido, un enorme castillo de arena, la playa está repleta de ellos."

     Kafka es un nombre que todos conocemos y un hombre del que, en cambio, la mayoría de la gente apenas sabe nada. Por eso me atrajo este libro y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La grandeza de la vida.

     Kafka tenía un trabajo en una compañía de seguros de Praga, pero lo dejó a la edad de 39 años debido a su tuberculosis. Para cuando esta novela empieza, ya tiene 40, han pasado 5 años desde la guerra y está en momento de relax a orillas del Báltico, cuidando de su salud y dando paseos. En sus paseos coincide con una joven y acaba conociendo a Dora. Ella ya se había fijado en él. Y así comienzan sus paseos. Dora fue el gran amor de Kafka, pese a su enfermedad, pese a la diferencia de edad y a que muriera un año después.

     Kafka fue un hombre tímido, callado, descontento. Y esto según sus propias palabras. Escribir una novela sobre una persona así y que además la realidad y la ficción comulguen en armonía es complicado. Y esa es la tarea en la que se embarca Kumpfmüller y lo logra con éxito. Principalmente, porque respeta ese rasgo primordial del carácter del famoso escritor. No se dedica a desnudar su alma, sino que nos deja ver al Kafka real, ese que permanece cerrado, celoso de su interior y parece que va pasando la vida mientras nos muestra en los detalles la importancia de sus sentimientos por esta joven mujer. Tras la guerra, hay muchos refugiados, principalmente judíos, se observa a todo el mundo y el antisemitismo es una realidad cada vez más palpable en las calles. Este es el Berlín al que Kafka va en busca de Dora. Allí se ven y, sobre todo, se escriben. aunque la Gestapo requisase su correspondencia con el tiempo y no se haya podido recuperar. Un Berlín en el que los precios se disparan y el alquiler sube mes a mes ahogando a las personas, y también la ciudad en la que Max visita al escritor una vez al mes.
Es también esta época esa en la que Kafka conoció a una niña en un parque. Niña triste porque perdió su muñeca y a la que el escritor consuela carta a carta, como si fuera la muñeca quien las escribe para contarle sus viajes y su próxima boda con un príncipe. Ahí vemos el interior de Kafka, en lo sutil, todo el libro es en realidad un acercamiento sutil a un hombre que, ciertamente, ha tenido amantes, pero que es reacio a dejarse conocer, a permitir que una mujer le penetre. Y descubrimos de este modo esa felicidad que parece pillarle por sorpresa y ante la que no sabe cómo reaccionar si es que lo hace. Y vemos a Dora, la mirada eterna de la mujer que lo acompaña.

     Es curioso que yo me haya empeñado en decir Kafka cada vez, cuando el autor lo evita de forma deliberada. Es Franz, o el doctor quien protagoniza esta novela. Una novela tierna que no tiene un ápice de sentimentalismo y que profundiza en la importancia de encontrar a quien te acompañe, que nos deja ver los últimos meses de un enfermo y en la que, a grandes ratos, parecemos vislumbrar un sentimiento de felicidad en un contexto político y social muy complejo. Y el autor logra un equilibrio entre todas sus partes.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

martes, 5 de diciembre de 2017

No digas nada. Brad Parks


     "Su primer movimiento contra nosotros fue tan minúsculo, una irregularidad tan infinitesimal en contraste con el atronador ruido de fondo de la vida, que no lo consideré significativo. 
     Adoptó la forma de un mensaje de texto procedente de mi esposa, Alison, y me llegó al móvil a las 15.28 de un miércoles."

     No se vosotros, pero yo en los días de frío, muchas veces no quiero más que un libro y una manta y no pensar mientras vuelan las horas. Y eso hace que a veces me busque una suerte de código bestseller para estar entretenida. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, No digas nada.

     Conocemos a los Samson, Scott y Alison. Una familia con éxito y tranquilidad económica, con una posición ya que Scott es juez federal, y con una pareja de gemelos, Sam y Emma. Hasta aquí parece que estamos ante una familia modelo, pero todo cambia cuando los hijos son secuestrados y utilizados para dictar al juez sus próximas sentencias, unidas siempre a la misma consigna: no digas nada a nadie o tus hijos morirán.

     El argumento no es demasiado original, pero sí efectivo, incluso cinematográfico, así que es fácil entrar en esta novela de suspense y dejarse arrastrar por sus páginas. a partir del secuestro, los padres optan por no ir a la policía mientras el juez ve como todos sus principios se ponen a prueba cuando se le dicta la primera sentencia y comienza a temerse el caso al que va destinado la segunda. Es entonces cuando Parks comienza a complicar la historia, sobre todo para los padres a quienes asedia de preocupaciones y les pone ante una constante: que nadie se entere. Lo hace además de tal forma que el lector se pondrá de parte de Scott, que es quien además nos va contando la historia, y al que veremos perder los nervios y llegar a sospechar de su propia sombra. Un segundo hilo nos dejará entrar en el lugar de confinamiento de los niños, de tal modo que poseeremos siempre más información que él, aunque es verdad que Parks se encargará de que eso cargue aún más la atmósfera para el lector. Y así entraremos en una corte con sentencias cuestionables, presiones por parte de los superiores de un juez, temores, investigaciones, secretos y mentiras que hacen de esta novela una lectura ágil que busca entretener al lector.

     La trama está más o menos bien conseguida, ya que tiene el ritmo adecuado como para que no nos paremos demasiado a pensar en los detalles, lo que importa es avanzar y descubrir quién ha sido el artífice del secuestro. Así que hasta aquí no tengo pegas. El problema para mi con esta novela está en su resolución. Tengo problemas con giros inesperados que no parten de ningún apoyo y más aún con las frases pseudosentimentaloides que algunos autores me intentan colocar sobre todo cuando hay niños de por medio. No me cabe duda que mucha gente sentirá cierta emoción con esta novela en varios momentos, pero en mi caso creo que esa parte sobraba.

     Es una pena que a veces una novela resultona o incluso buena se me ahoga en el final y es que, lo reconozco, me cuesta mucho perdonar un mal final. Eso de estar leyendo durante un montón de páginas para terminar desilusionado, me fastidia. Y esa es la sensación agridulce que me ha dejado esta historia en la que el autor ha pretendido, creo, rizar el rizo justo en su última página. De verdad, si ya está bien, no hace falta que lo toques para poner un último adorno... a veces menos es más.

     Y vosotros, ¿perdonáis los finales que no están a la altura?

     Gracias.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Tantos lobos. Lorenzo Silva


     "Recibí la llamada mientras estaba preparando las maletas para irme de viaje. El destino era lo de menos. Desde hace tiempo ya sé que en todas partes me estoy esperando yo, así que tampoco tiene sentido torturarse demasiado pensando a dónde ir. Si acaso procuro buscar algún sitio donde haya aire, horizontes abiertos. Con un paseo largo, a poder ser, para no chocarme más de la cuenta conmigo mismo. Ayuda que tenga mar. Añoro el mar en Madrid."

     Veinte años, nos dice el propio autor, y diez entregas van ya de la serie protagonizada por Bevilacqua y Chamorro en los que muchos lectores hemos acudido fielmente a las librerías ante cada nueva entrega. Hoy traigo a mi estantería virtual, Tantos Lobos.

     Cuatro son los relatos que componen esta última entrega de la saga protagonizada por la pareja de guardiaciviles. Relatos de resolución rápida que vienen marcados por las costumbres actuales de la gente más joven, lo que en este caso significa, las redes sociales.

     La novela, y muy particularmente la novela negra, se ha caracterizado muchas veces por las denuncias sociales que muestra a lo largo de sus tramas. En el caso de Lorenzo Silva, muchos son los escenarios a los que ha movido a sus protagonistas para descubrirnos vidas y entornos que de otro modo nos hubieran seguido resultando totalmente ajenos. Y esa es, quizás, la característica más sobresaliente de esta última entrega. Sin necesidad de desplazarse, al menos más allá de nuestras fronteras, ya que en algunos relatos como en Cuatro novios la movilidad geográfica era inevitable, ahonda en las redes sociales desde una perspectiva que a muchos les puede resultar desconocida. Lo hace además con el acierto de no incluir a un intelectual experto en el grupo, y mostrando como hay una brecha generacional en el equipo que queda reflejada en los sentimientos de Vila frente a determinadas situaciones que para la juventud no dejan de ser cotidianas. Eso hace, unido a una segunda brecha mucho más profunda y peligrosa, entre padres e hijos, que este título me haya parecido una lectura particularmente interesante tanto para jóvenes, sin ser un libro juvenil, como para aquéllos que tienen trato con ellos.

     En cuanto a los relatos, que no voy a enumerar pormenorizando porque eso sería como contar el libro entero, sí os diré que dejan cuatro víctimas femeninas y que tocan temas que van desde las ciberrelaciones, pasando por las identidades fingidas o el ciberacoso. Todos ellos temas actuales en la sociedad en la que nos encontramos y, por desgracia, muchas veces desconocidos para la gente que supera ciertas edades. No me ha parecido estar ente una llamada o un texto aleccionador, pero he tenido bastante claro que el autor conoce el campo que trata y que ha procurado dar un reflejo más o menos fiel de lo que nos podemos encontrar. Vila y Chamorro siguen en su línea, aunque quizás me he encontrado con un Vila más cercano con el que me he sonreído en más de una ocasión con esas licencias que se concede a sí mismo. No cabe duda que el autor sabe mantenerlos jóvenes y los años lectores parecen no afectar a esta pareja. En cuanto a los personajes que les rodean, y siempre teniendo en cuenta que al tratarse de relatos, el autor no puede ahondar demasiado en ellos, y salvo una excepción, he quedado más que satisfecha con todos y cada uno de ellos, dejando una vez más patente una actitud generalizada de "relativización" de la importancia de las cosas en las nuevas generaciones frente un encogimiento de hombros de las superiores.

     Llegados a este punto me gustaría insistir en que no se trata de una lectura que busque aleccionar. Más bien al contrario, estos relatos componen uno de los volúmenes de la saga que se leen con más rapidez ya que el autor no se entretiene un segundo a la hora de seguir el rastro y buscar la resolución de cada uno de los asesinatos. Eso lo convierte en un entretenimiento perfecto, casi un pageturner, que mantiene una uniformidad (quizás por tratarse de tan solo cuatro cuentos) que no es habitual en los libros de relatos.
     Tantos lobos me  ha parecido un título estupendo y una forma perfecta para entrar en contacto con esta saga para aquellos a los que se les antoja titánico comenzar por el principio.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


sábado, 2 de diciembre de 2017

Restaurando libros. El papel



     Qué hacer cuando nos falta un trocito de hoja porque se nos hizo un agujero (normalmente de forma mágica porque no recordamos haberlo hecho).
     A veces pasa que descubrimos bien en una esquina o en el centro de una hoja un desgaste que puede llegar a ser un agujero en el papel. En estos casos lo mejor es usar papel tisú japonés, del que partiremos un trozo de las medidas adecuadas (unos 2 mm más grande en los bordes que el agujero a reparar)  humedeciéndolo levemente en el borde a partir. De este modo quedará un borde irregular y más fino que se mezclará perfectamente con la superficie de la hoja que queremos reparar. Una vez que lo tenemos partido, abrimos el libro y colocamos una hoja de poliester o plástico debajo de la hoja estropeada y, si no nos fiamos demasiado de nuestra destreza, otra encima a la que habremos practicado un agujero igual pero con un borde de manejo. Después de esto, lo único que tenemos que hacer es colocar el papel sobre el roto y aplicar pegamento especial para papel con una brocha muy fina y siempre desde el centro del roto hacia los bordes. Recordad siempre una cosa: cuanto más fina es la capa de cola, menos se notará. Es muy importante que pongamos un papel encerado o secante entre esa hoja y las que estén en contacto o lo puedan estar, ya que hemos aplicado, aunque sea en pequeña medida, humedad sobre el papel de nuestro libro y no queremos solucionar un problema para luego tener otro por delante. Es importante también colocar un peso sobre todo dependiendo del tamaño de la reparación, para que no se deforme la hoja. Pero nunca demasiado, solo lo justo para que la hoja siga manteniendo su aspecto recto y liso.

     Personalmente prefiero usar este método a colocar el terrible pegote de cinta adhesiva brillante que, ni queda nunca como debería, ni por supuesto pasa desapercibida cuando se mira esa hoja.

¿Qué sucede si lo que tenemos es un simple desgarrón?
A veces lo que sucede es que pasamos la hoja con poco cuidado o de forma brusca y se nos desgarra. En estos casos, si el desgarrón es lo suficientemente irregular como para ver los bordes, podemos aplicar una fina capa de pasta de papel tisú tras haber limpiado los bordes. Con esta pasta un poco húmeda y presionando y luego dejando secar como indicaba en el apartado anterior, será más que suficiente. Si el desgarrón tiene partes sueltas, nos tocará aplicar el remedio del apartado anterior, ayudados de humedecer un poco los bordes del desgarrón para que pierdan su estado rígido.
En mi caso siempre uso papel tisú con adhesivo, ya sean agujeros o desgarrones, ya que es el que mejor resultado me ha dado y menos se nota. Una vez colocado el tisú se cubre con papel secante no adhesivo y un peso encima para mantener la forma. Si no le vemos la consistencia adecuada se aplica otro parche por el otro lado de la hoja.

     Finalmente, si lo que falta es una esquina de la hoja de papel, recomiendo hacer un corte doble en tisú para que tenga más consistencia, con la forma de la esquina incluida una solapa que será la que peguemos a nuestra hoja dañada.

     Espero que os haya resultado útil. Continuaremos hablando de tapas y esquinas y lomos rotos o fracturados.

      Gracias.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Transcrepuscular. Emilio Bueso


     "Los caracoles del jardín dieron la voz de alerta. Elevaron las rádulas hacia las estrellas y bramaron al unísono. Y así empezó todo."

     Cuando una editorial hace una apuesta peculiar suele llamarme la atención y así lo hizo en este caso, tanto por el trabajo, como por el formato y sí, también por el precio. Hoy traigo a mi estantería virtual, Transcrepuscular.

     Alguacil, que así se llama uno de los protagonistas, es sorprendido una noche por una alerta de intruso. Un ladrón ha entrado y se ha llevado algo valioso, así que emprende una persecución para recuperar lo robado. El ladrón escapa y Alguacil regresa para descubrir que el robo es de algo muy especial y que, sin que nadie le pregunte, va a formar parte de una expedición para recuperarlo.

     Dicho así no deja de ser una comitiva a la búsqueda de un objeto valioso, como ya hemos leído otras veces. Que Alguacil sea una suerte de guerrero honorable y además eunuco que vive para su trabajo, que es más bien una misión, tampoco es una gran novedad, de hecho... muchos de vosotros habéis pensado en Star Wars. Entonces, ¿qué tiene Transcrepuscular?
     En primer lugar, y aunque parezca una tontería, tiene la sorpresa de haberse escrito dentro de nuestras fronteras. Vale que no soy una experta en el género, pero reconozco que me ha gustado encontrar que también tenermos escritores capaces de desarrollar este tipo de fantasías ambientadas en mundos complejos. De entrada transcrepuscular (ahora sin mayúsculas) es la zona entre el día y la noche de un planeta que no rota. Y también es la primera parte de la trilogía que presenta Emilio Bueso. No voy a entrar en palabrras técnicas pero diré que tiene mucho de fantasía épica en un mundo inventado al que el autor consigue acostumbrarnos con relativa rapidez. Y digo esto porque de lamás absoluta extrañeza vamos pasando a imaginar monolitos, colinas y caminos e incluso a los personajes, como si se hubiera aprovechado de los conocimientos de cada lector para tocar las teclas adecuadas en lugar de cansarle con enormes descripciones (a fin de cuentas, si el libro lo cuenta uno de los protagonistas, es lógico que solo se pare un poco en aquello que vea y le resulte particularmente llamativo, exactamente igual que nosotros no vamos describiendo cada detalle del lugar en el que vivimos). Eso hace que la lectura sea ligera y se convierta casi más en una novela de aventuras, en una búsqueda de un obejto robado y llevado a territorio casi desconocido tanto para los protagonistas como para los lectores. Además, se entrelaza está búsqueda con las incógnitas sobre quién y por qué roban el objeto, lo que hace que las dudas y preguntas empujen al lector a continuar "unas páginas más" cada vez.
     Del mundo que presenta Bueso, cabe destacar la simbiosis permanente de personas y babosas, la importancia en sí de estos animales a lo largo de la historia, con momentos en los que nos preguntaremos quién usa a quién y en qué modo. Encontraremos, por supuesto, más peculiaridades colocadas como corresponden, y que irán de guerreros a insectos gigantes, todos ellos pensados para crear una atmósfera mantenida a lo largo de la historia, por lo demás, aseguible a cualquier público sea o no aficionado al género. Y es que, este tipo de novelas bien llevadas, hace que pasadas unas páginas dejemos de preguntarnos "cómo es posible" para preocuparnos más por el "qué pasará".
      Si tengo que ser sincera, mi mayor pega ha sido un problema de afinidad con uno de los personajes, Trapo, al que no he cogido el punto ni he visto la gracia por mucho que me haya esforzado en hacerlo. Pero esto, me temo, es una cuestión personal más que de la obra.

     Transcrepuscular me ha parecido, en su conjunto, una apuesta arriesgada que funciona, que apetece continuar y que, por tono e historia, es adecuada incluso para un público juvenil (que no infantil). Y sobre todo, como ya comentaba al principio de la entrada, me ha gustado descubrir que también creamos mundos dentro de nuestras fronteras. Como ya he dicho alguna vez, me quedan muchos escritores por descubrir y muchos mundos que pisar.

     Puede que muchos lectores se alejen de la literatura de género, pero de todos ellos, un ámplio porcentaje solo se mantendrán lejos mientras no surja un fenómeno editorial como Juego de Tronos. Cuando eso sucede, se olvidan los prejuicios. Y eso puede hacer que nos perdamos buenas historias en el camino. Y vosotros, ¿os acercáis a este tipo de lecturas alguna vez, o solo cuando alcanzan ese punto de fama que las convierte casi en obligadas? ¿O ni así?

     Gracias.