martes, 31 de enero de 2017

Mi nombre era Eileen. Ottessa Moshfegh


     "De haberme visto entonces, probablemente me habríais tomado por una de esas chicas que se ven en un autobús cualquiera de una ciudad cualquiera, una de esas chicas que leen un libro de la biblioteca encuaderno en tela sobre plantas o geografía, que quizá se cubren el pelo castaño con una redecilla. Podríais haberme tomado por una estudiante de enfermería o una mecanógrafa, quizá os habríais fijado en mis manos nerviosas, en mi pie que no deja de golpear el suelo, en que me muerdo el labio. No parecía nada especial."

     Conocí esta novela por el Premio PEN/Hemingway al mejor debut literario y después fue nominada al Man Booker Prize 2016 y al Premio Círculo de Críticos. Por eso, en cuanto se publicó en nuestro país me faltó tiempo para tenerlo en casa. Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Mi nombre era Eileen.

     Conocemos a Eileen, aunque ahora ya no se llama así y han pasado muchos años desde que sucediera lo que nos relata. Narrada en primera persona, la protagonista nos cuenta su anodina vida llena de complejos, en una familia desestructurada, cuando era una joven de veinticuatro años, virgen y administrativa en u correccional. Y nos relata lo que sucedió la semana antes de que su vida cambiara y dejase de ser Eileen.

     Conocer a Eileen es conocer a un personaje especial. Una mujer joven que se oculta del mundo, se viste con la ropa de su madre muerta y envidia de algún modo a su hermana pequeña que se fue de una casa en la que vive atrapada con su padre, un ex policía alcohólico, y acumula rencores y complejos. No acepta su cuerpo ni su sexualidad, se pinta los labios porque su color natural le recuerda a sus pezones y jamás se atrevería a explorar lo que llama sus partes pudendas. Eileen es hostil con el mundo y el mundo hace algo peor que ser hostil con ella: el mundo ignora a Eileen. Y así la conocemos en un trabajo horrible, sin amigos, sin novios, sin nadie que le de una caricia o un buenos días por la mañana. Y sabemos desde las primeras páginas que todo eso ha quedado atrás, que un día Eileen desapareció de su ciudad y su casa, que algo sucedió. Ella lo va desgranando poco a poco en una historia que no escatima un solo detalle ni concede un ápice de piedad a la voz que la relata. Tampoco lo busca, ella no es amable y servil. No es el retrato de una víctima que se queda a servir a su padre, de hecho no lo hace salvo para acercarle una botella llena de ginebra. Y quizás por eso consigue ir calando en el lector más de lo esperado. Moshgfegh se encarga de eso al presentarnos a una mujer disconforme que echa la vista atrás una vez superado y casi olvidado todo, desde esa posición que otorgan los años para juzgar la propia vida. Y ya en el primer capítulo tenemos claro que Eileen no es una mujer sometida, ni conformista, que hay mucho más detrás, o dentro como le dice una compañera de trabajo nueva que tendrá mucho que ver con su punto de inflexión.

     Y así, poco a poco, muro tras muro vamos temiendo un final que desmerezca la novela. Conocemos a Eileen y cada una de sus corazas, y también sus pulsiones. Y empezamos a pensar que algo terrible planea sobre la historia sin acertar a adivinar el qué, el final, el impacto que llega cogiéndonos casi por sorpresa pero que, una vez descubierto, no podía ser más lógico. La novela se ha transformado en un túnel oscuro y pegajoso que se adhiere a la piel del lector, o tal vez en una de esas estaciones de metro que parece que jamás se limpiaron, o una cocina... el lector elige la comparación mientras reflexiona sobre todas esas personas que viven atrapadas en sus vidas ahogando gritos de auxilio o esperando esa gota que colme el vaso rompiendo sus muros. Y en si es bueno o malo, en qué es bueno o malo. En qué es Eileen. Y en lo mucho que nos hubiera gustado conocer a la Eileen de ahora y que nos relatase qué fue de su vida hasta el momento en que decidió comenzar a contar su historia.

     Mi nombre era Eileen me ha parecido una magnífica lectura con un lenguaje cuidado y lleno de frases que uno relee por el simple placer de paladearlas. Un gran thriller protagonizado por una inolvidable mujer, aunque ella decidiera justo lo contrario.

     Lo que más me gusta de descubrir una primera novela, es pensar en todas las que pueden venir después. Y sí, sigo premios literarios determinados como el PEN o el Booker. Y vosotros, ¿sois fieles a algún premio literario?

     Gracias.

lunes, 30 de enero de 2017

El accidente del teletransporte. Ned Beauman


     "Un azucarero derramado en la alfombra de tu anfitrión es una parodia de la avalancha que mató a su padre y a su madre, así como la forma en pico de pato de los labios de tu nueva novia cuando trata de poner morritos seductores es una cita del graznido que tu última novia emitía en la cama. El timbre del teléfono en plena noche cuando un extraño da una extensión equivocada a la operadora es un tributo al inadvertido equívoco de telegramas que acabó con el adúltero matrimonio con tu prima, así como el sonoro hueco que produce el contoneo bamboleante de la clavícula de tu nueva novia es una refutación de la aparente belleza del carnoso escote de la última. O eso es, por lo menos, lo que le parecía a Egon Loeser. Y es que, a sus ojos, los dos asuntos más hostiles a los que había de enfrentarse todo hombre en la vida de modo constante, consciente y con newtoniano proceder eran los accidentes y las mujeres."

     La cubierta, la cubierta es bonitísima con ese rojo y esa chica que uno no sabe muy bien a lo que se va a enfrentar, porque el título es esquivo a la hora de explicarnos. Así que la colección termina por inclinar la balanza y hoy traigo a mi estantería personal, El accidente del teletransporte.

     Conocemos a Egon Loeser, un hombre cuyo nombre jamás hubiera podido ser elegido con más tino por parte del autor, que pretende construir una máquina para transportar a los actores por el escenario. Y también quiere tener sexo con una joven llamada Adele Hitler, que nada tiene que ver con Adolf pese a estar en los años treinta en Berlín. Entre obsesiones y artistas, persigue a esta mujer a lo largo y ancho del mundo, es decir, hasta Los Ángeles, pasando por París.

     El accidente del teletransporte es un libro tan inclasificable, como divertido. De hecho está plagado de referencias histórica, culturales y geográficas que se mezclan con anécdotas imposibles por las fechas en que se relatan, así como un cinismo a lo largo de toda la novela que ni siquiera permite a nuestro protagonista convertirse en uno de esos aclamados antihéroes.
     Empecemos. Estamos en los años 30 en un Berlín de fiestas en fábricas abandonadas y en el que la ketamina hace furor sustituyendo a la coca. Imposible, lo sé, esto hubiera debido de suceder muchos años después, pero ocurren accidentes y también suceden ecos y la historia se repite y ese Berlín improbable, puede ser Nueva York en los ochenta o cualquier otra ciudad en una fecha o tan lejana llena de jóvenes vacíos de determinadas clases. Es en este Berlín y jugando a historias repetidas, que Loeser intenta mejorar un invento de Venecia para usar en el teatro, la máquina del teletransporte, que en su día provocó una catástrofe y decenas de muertos, y en este presente se conforma con dislocar los brazos del actor que lo llevaba puesto y que les sacará cierta utilidad en un futuro para dar placer a la exnovia de Loeser. Pero me desvío. Loeser, en plenos treinta, enamorado de Adele hitler y seguro de que esa mujer con ese apellido le cambiará la vida, la persigue por tres grandes ciudades, sabiendo que ella se acuesta con cualquiera, salvo él. Y el autor, en un acierto máximo a la hora de elegir apellidos y estableciendo un paralelismo entre la bondad de la belleza amada, y el nazismo y la belleza aria, nos muestra a un Loeser que ni siquiera es capaz de darse cuenta de lo que está sucediendo a su alrededor.
     Seguimos con Loeser, y ahora nos vamos a París donde conoce a un timador que le hará operar determinadas glándulas para... bueno, eso mejor lo descubrís mientras se habla de Hem y su libro como manual de entrada a la ciudad de las luces culturales. Y de ahí a Los Ángeles, Beauman encuentra aquí al mejor de los compañeros de nuestro perdedor protagonista, que sigue sin follar (porque en el libro dicen follar, sí, con todas las letras, cosa que por algún curioso resorte hace reír al lector como si fuera un niño) desde que se enamorara de la señorita Hitler. Esta vez el personaje en cuestión es Gorge, un hombre capaz de saludar a los cuadros como si fueran personas debido a una afección visual, y juntos darán lugar a una de las mejores partes del libro que, por cierto, a lo largo de la trama también incluye misterios e incluso muertes.

     El resultado es una novela brillante capaz de sacar de sus casillas a un lector que no sabe si es mejor comprobar fechas que chocan o apuntar frases brillantes que parecen asaltarnos en cada página al despiste. Hay momentos tan absurdos que nos dejan perplejos y otros en cambio nos arrancan una carcajada sin un aparente motivo real. Me lo he pasado bien, me he divertido y he descubierto que queda mucho por inventar en la literatura. Y que, en este libro, no se deja nada al azar, ni siquiera el nombre del pobre protagonista.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

     PD. Con lo fácil que ha sido leer y lo difícil que es de contar, me ha quedado un tanto pynchoniano todo esto.

jueves, 26 de enero de 2017

El motel del voyeur. Gay Talese


     "Conozco a un hombre casado con dos hijos que hace muchos años se compró un motel de veintiuna habitaciones cerca de Denver a fin de convertirse en su voyeur residente."

     Posiblemente uno de los libros más polémicos por su contenido que también lo ha sido por su publicación, esperado por mucho y firmado por Talese, un periodista cuya fama traspasa fronteras. Hoy traigo a mi estantería virtual, El motel del voyeur.

     Conocemos a Gerald Foos, un hombre que se pone en contacto con el propio Gay Talese para relatarle su historia. Este hombre compra un motel a las afueras de Denver, con la firme intención de espiar la conducta sexual de los inquilinos, para lo cual habilitó una zona en un falso techo. Talese, recoge el testimonio de este hombre, sus anotaciones, da unas referencias sobre su vida, incluida una cierta obsesión sexual con la imagen de una familiar de Foos, e incluso llega a visitar al hotel acompañando al propietario.

     La naturaleza humana es algo que ha suscitado la curiosidad de escritores, periodistas y mirones desde siempre. Cuando Foos se puso en contacto con Talese es de suponer que al escritor y periodista se le presentó la oportunidad como algo irresistible: observar a un voyeur, su patología, y también las limitaciones que dicha patología le producía en su vida diaria. Y aceptó. Normal. A partir de aquí comenzó una historia paralela. Un periódico publica el primer capítulo y el Post se lanza a investigar descubriendo la poca fiabilidad del testimonio de Foos que había vendido el motel durante ocho de los años que figuraban en el libro. Talese afirma que ya sabía de la poca fiabilidad del propietario, revisa el libro (y no olvidemos que no estamos ante un artículo de investigación, es un libro) y advierte al lector en diversas ocasiones de que está ante un libro, y de la fiabilidad del protagonista. entonces, ¿qué nos encontramos?
     Bien, el lector se encuentra con una fascinante narración repleta de datos y fechas en la que, efectivamente se relatan encuentros sexuales de personas que no sabían estaban siendo observadas. Personas adúlteras o no, del mismo sexo o no... e incluso se habla de un asesinato. Pero más allá de este relato en el que vamos desgranando la personalidad de Foos, realmente perturbadora e interesante, descubrimos los límites del periodista, si los tiene, a la hora de acercarse al motel. Saber hasta dónde se llega y dónde se para uno, los límites de lo ético, lo personal, lo privado... Y descubrimos que esos límites que aparecen en el libro son reales como la vida misma. El juicio del lector que en este caso, y debido a la polémica, afecta doblemente al autor. En un primer momento, por lo que realiza, sus actos... y en un segundo por esas omisiones de las que se le acusan a la hora de comprobar datos y fechas.

     El motel del voyeur no me cabe duda que es uno de los libros del año. Spielberg y Mendes están detrás de los derechos para llevarlo al cine. Y no me extraña. La naturaleza humana puede ser un laberinto perturbador, y, como todas aquellas cosas perturbadoras, una vez empiezan a mostrarse, es difícil que el lector aparte la vista de ellas. A ello ayuda el lenguaje utilizado por Talese, la parte biográfica, las fotografías, los relatos que se presentan de forma frontal pero sin ofender al lector más sensible. Todo ello otorga al libro una unidad que, como dice el propio protagonista, habla también de una suerte de revolución sexual vivida en esa época. O tal vez esa sea una de las excusas utilizadas por Foos para justificar su carácter voyeur. En nuestras manos está juzgarlo. En mi caso, no puedo hacer otra cosa que recomendar vivamente su lectura.

     Y vosotros, ¿os gusta leer hechos reales, o sois más lectores de ficción?

     Gracias.

miércoles, 25 de enero de 2017

El nombre de tus sueños. José Docavo Alberti


     "A Rómulo Méndez no le apetece nada tener que atender a esa señora que viene de parte del profesor Urbiza, pero por supuesto no ha podido negarse. Al fin y al cabo, si el rata, pues así es como a Rómulo lo apodan en sus círculos, ha llegado a ser alguien o cumplido al menos parte sus aspiraciones, es sin duda gracias al apoyo que el catedrático y su encantadora esposa le dieron en su día."

     Ya he comentado alguna vez que hay escritores a los que sigo por sus letras, y voy leyendo su obra a medida que la conozco sin siquiera haber tomado la precaución de mirar en su sinopsis, acudo a ciegas. Bien, eso me pasó con este libro, y hoy traigo a mi estantería virtual, El nombre de tus sueños.

     Conocemos a Rómulo, un psiquiatra poco agraciado, cuando va a recibir a una mujer que dice soñar con una asesina que le relata casos que han sucedido en la realidad. Y conocemos por lo tanto a la mujer que relata sus sueños, Judith, empresaria acomodada, viuda y activista en contra de la violencia de género.Poco a poco asistimos a las perturbadores sesiones en las que esta mujer va relatando sus sueños.

     Bien, y si esto ya hubiera sido una sinopsis atractiva, el autor le da la vuelta y nos presenta a otra pareja de personajes con la que completa los cuatro pilares en los que se apoya este juego endiablado en el que el lector tendrá que ir decidiendo poco a poco qué es realidad y qué onírico o qué parte de lo primero se esconde o disfraza de lo segundo en una confesión.

     Comienza ya de forma abrupta relatando el primero de los asesinatos, cometidos por una mujer, y que se reparten por distintos países. En todos ellos, la víctima es un hombre que ha maltratado alguna mujer. De este modo se asegura el autor crear además una corriente de empatía añadida, no solo en el lector, sino también en el policía encargado de desentrañar parte de esta madeja. Y el cuarto pilar será por lo tanto, otra mujer, quizás aquella cuya personalidad es más fuerte, la buscada, la oculta y la que a la vez se expone, porque llega un punto en el que el juego alcanza su punto álgido y no queda otra que agarrarse a las palabras de Docavo sabiendo que estamos ante el último recodo de este laberinto de algo más de doscientas páginas en que se ha convertido su novela.
     Siempre me han gustado los libros que juegan con el lector, los que hacen dudar de cada línea a la vez que aseveran lo que ya nos han relatado. Y eso es precisamente en lo que se basa esta novela, en la certeza y la duda. Y lo hace al mismo ritmo que se suceden las muertes, , las confesiones, las atracciones y los juegos entre los cuatro personajes. He echado en falta, por qué no decirlo, descripciones un poco más elaboradas, aunque mucho me temo que en este caso ha sido algo totalmente premeditado por parte del autor.

     El resultado es una novela entretenida que se aleja de los márgenes comunes de la simple novela negra, que me ha durado apenas un suspiro y de cuyo final más me valiera quedarme muda que revelar una sola pista. Una buena opción para pasar una tarde fría.

     José Docavo es uno de esos escritores que me han descubierto las redes. Nombres que descubrimos al ampliar nuestros círculos y que, en muchas ocasiones, pasan a formar parte de nuestros estantes. Y vosotros, ¿podéis dejar algún nombre que hayáis descubierto gracias a este mundo de unos y ceros?

     Gracias.

martes, 24 de enero de 2017

Los días iguales de cuando fuimos malas. Inma López Silva


     "Amor, cuando estaba en la cárcel lo único que quería era que pasasen los minutos y que la sensación de relojes parados se marchase al ritmo del cumplimiento de la condena. Ahora que eso ya ha pasado y el tiempo corre, siempre tengo miedo de que el teléfono suene estrepitosamente y me anuncie tu muerte."

     Hay libros que enamoran a primera vista. Es como un flechazo de esos en los que no creo demasiado. Pero se dan, o al menos eso me sucedió al ver esta bonita cubierta. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Los días iguales de cuando fuimos malas.

     Cinco son las mujeres protagonistas de este libro a las que iremos conociendo. Una de ellas, Laura, funcionaria de prisiones. El resto, Inma, Margot, Valetina y sor Mercedes, habrán pasado por prisión y nos irán desgranando sus historias en un libro coral.

     Los días iguales de cuando fuimos malas es una historia común contada a través de cinco historias diferentes. Conoceremos a Inma, escritora que relata su historia, que no acepta lo vivido pese a que comienza exponiéndolo en la primera frase. Una voz triste que no se despega de un lector que no deja de pensar en ese nombre, ese juego, esa posibilidad metaliteraria que nos hace reflexionar incluso tras cerrar el libro. Además está Sor Mercedes, cuyo crimen  se acerca a su propio juicio, y Valentina y Margot, tal vez las historias más trágicas, más comunes. Todas ellas extraordinarias a su modo, son mujeres marcadas desde el comienzo, privadas de libertad incluso antes de dar con sus vidas en la cárcel. Como también lo está esa funcionaria de prisiones que llega allí huyendo de la vida que le dirigían sus ilusionados padres, como escape... y que se aleja mucho de esos personajes concebidos para mostrar la bondad que solemos encontrarnos en este tipo de novelas. Porque Inma, la autora, es consciente de la historia que busca y transmite honestidad en sus palabras, que perfilan de una forma seria, sin rodeos, la realidad de muchas personas. Nos enfrenta a unas vidas que tal vez no nos gusten, que no estamos acostumbrados a mirar y consigue que nos interesemos por estas mujeres cuyo interior queda expuesto en las páginas de esta tremenda novela. Porque también eso olvidamos; que estamos ante una novela. Y esa es la sensación que uno ha de tener cuando lee un buen libro, olvidar la ficción.

     Los días iguales de cuando fuimos malas es una novela carcelaria, sí, pero también es una novela de mujeres que desgranan unas historias en las que su condición de mujer les ha marcado. Si Margot no hubiera sido mujer, se hubiera quedado como hizo su marido, en lugar de ser expulsada a un mundo de soledad. Y también eso queda reflejado, ninguna de ellas escapa a los juicios sociales, los prejuicios y, por qué no decirlo, la soledad. Pese a todo hay que añadir que no es un libro triste de esos que tiran de sentimentalismos baratos para lograr su objetivo, ya sea interesar o conmover al lector: no lo necesita. No recurre a artificios sino a realidades que se clavan en la retina del lector.
   
      Me ha gustado. Mucho añadiría. No conocía el nombre de la autora, pero no creo que se me olvide tras ler su novela. Os la recomiendo. Por honesta, por todo lo que nos aporta de esas realidades incómodas que normalmente no miramos, y porque merece la pena conocer esos universos femeninos que tan bien relata.

     Me gusta descubrir nuevos nombres, aunque solo sean nuevos para mi, y seguir la pista de aquellos cuyas letras han conseguido de algún modo llegarme. Y vosotros, ¿recordáis el último nombre que se unión a vuestra estantería lectora para no salir?

     Gracias.

lunes, 23 de enero de 2017

Libra. Don DeLillo


     "Corría el año en que él viajaba en metro hasta los confines de la ciudad, trescientos veinte kilómetros de vías férreas. Le gustaba instalarse en la parte delantera del primer vagón, con las palmas de las manos apoyadas en el cristal. El tren taladraba la oscuridad. Los viajeros aguardaban en pie en los andenes con la mirada perdida en el vacío, una actitud sustentada por años de práctica. Al pasar a toda velocidad se preguntaba quienes eran en realidad. Su cuerpo se estremecía en los tramos de mayor aceleración. Viajaban tan rápido que a veces creía que estaban a punto de perder el control. El ruido crecía hasta un nivel doloroso que él asimilaba como una prueba personal. Otra curva delirante. Había tanto hierro en el chirrido de esas curvas que casi podía saborearlo, como cuando, de pequeño, te llevas un juguete a la boca."

     Una de las formas que tiene un escritor de demostrar su maestría es escribiendo algo que esté ya contado mil veces, de mil maneras, y conseguir hacerlo propio y único. Pongamos, por ejemplo, la muerte de Kennedy. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Libra.

     Conocemos lo sucedido el 22 de noviembre de 1963. También a Lee Harvey Oswald.

     Nos gustan las fechas. Todas. Google lo sabe y nos dice qué día conmemoramos de forma diaria, porque nos gusta. Las recordamos todas y particularmente aquellas relacionadas con un evento trágico. Y ahí está el 22-N: la fecha del asesinato de Kennedy. Tal vez no la recordemos si nos la preguntan, pero todos sabemos lo que pasó, más o menos ya que en realidad nadie lo sabe a ciencia cierta. Hubo una comisión, Warren, que dijo que un tal Lee Harvey Oswald fue su ejecutor, y años después un comité presentó un informe diferente en el que se hablaba de varios francotiradores e incluso de la posibilidad de una conspiración desde el propio gobierno o la CIA. El caso es que todos conocemos las imágenes en las que se ve al presidente en su coche y lo sucedido segundos después. Y así es como DeLillo utilizando varias voces, incluida la del narrador, nos presenta a Oswald ya sea en la marina, en la URSS o durante su infancia en la que se ve pobreza y la falta de una figura paterna. Así es como crece un Oswald inconforme e incapaz de encontrar su lugar que parece buscar una especie de utopía que le permita sentirse a gusto. Y este será el hilo central que lleve al protagonista a convertirse en uno de los nombres más conocidos de la historia de los Estados Unidos e incluso a ser portada de aquella revista que tanto miró en su juventud.


     DeLillo entra con esta novela en la teoría conspiratoria, introduciendo Cuba, la política, a ex miembros de organizaciones gubernamentales, y todo aquello que tiene al alcance de su mano, para explicar bien en el hilo central o en los satélites de la novela, lo sucedido. Es verdad que las conspiraciones parecen uno de los temas favoritos del género humano, y que en el caso del asesinato de un presidente puede ser, además, resultón, pero hay que saber hacerlo bien. Para ello el autor además de desmontar la credibilidad del Informe Warren, demostrando la presunción de manipulación, se dedica a jugar con el lector. Es decir, todos los datos de los que parte, son reales, pero su obra es ficción, de tal forma que rellena huecos existentes o amplía datos, particularmente conversaciones, ya conocidas para crear un entramado en el que es fácil caer y terminar convencido de aquello que nos está diciendo. DeLillo nos muestra a un Oswald un tanto ambiguo, del que contando apenas, es capaz de situar en planos bastante íntimos y dejar en el lector esa sensación de pobre tonto que no conseguimos despegarnos mientras acariciamos la expresión "tonto útil" en determinados momentos de la novela. Y con todo ello, además, sorprende. Sorprende su capacidad para sorprender, y para ser original en uno de los temas más trillados. La posibilidad de convertir algo tan visto en una gran novela cuya lectura es un placer y que no se percibe como una revisión, sino como una historia en sí misma.

     Hay cosas que requieren oficio para poder hacerlas. Don DeLillo lo demuestra claramente en Libra. Hay que leer a DeLillo. Merece la pena.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

jueves, 19 de enero de 2017

Memoria de chica. Annie Ernaux


     "He querido olvidar a aquella chica. Olvidarla de verdad, es decir no querer escribir más sobre ella. No pensar más que debo escribir sobre ella, sobre su deseo, su locura, su estupidez y su orgullo, su hambre y su sangre cortada. Nunca lo he conseguido."

     Uno de los libros que han salido sin ruido pese a las muchas recomendaciones es este Memoria de chica. Se está colocando en cada mesa y, en realidad, mucha gente no sabe por qué. A veces pasa. Hoy traigo a mi estantería virtual, Memoria de chica.

     Conocemos a la narradora, autora, protagonista. Conocemos a la chica que cumplió dieciocho años en 1958, en verano, en la colonia de S, en el distrito de Orne. O en realidad a quien conocemos es a la mujer en la que se ha convertido, marcada por ese verano y que ha intentado escribirlo muchas veces sin conseguir hacerlo, y la conocemos en esta obra en la que parece que finalmente lo va a lograr. Es el año y el verano en el que una chica sedienta de sentimientos, de hacer el amor con amor, conoce a el Otro y vive sus primeras experiencias.

     Memoria de chica es un ejercicio privado de introspección de la propia autora en el que, cambiando a ratos la persona utilizada o el tiempo, nos comparte su experiencia. Ese paso a la vida adulta resumido en un verano que no olvidará y para el que jamás puedo encontrar palabras. Veremos como entra a relatarlo y se dispersa hablando de la chica nacida en la familia que ya había perdido una hija o de la apetencia de cafés y moka. Nos dejará comprender el esfuerzo que le supone relatar esta historia comenzada mil veces, seriamente tan solo una en un año cuyo calendario se solapaba con el de aquel verano. Y asistiremos ahora a este esfuerzo necesario de contarnos ese verano en el que se convirtió, además, en escritora. Esfuerzo que se muestra poético y asfixiante a ratos, tal vez por eso la autora decide respirar en el presente un momento, permitiendo así hacerlo al lector que va tomando poco a poco conciencia de la importancia de lo que Ernaux nos relata. La importancia vital de las cosas no es más que aquella que les conceden quienes las vivieron. Así que sí, este libro narra hechos de una importancia vital. Y logra hacerlo sin demasiados tapujos, ni siquiera a la hora de describir sus primeras relaciones sexuales. Porque al final, tampoco es importante. Ernaux nos cede en este libro un pedazo de ese alma sangrante que es el interior de una adolescente plasmado de forma realista, sin grandes tragedias, casi en forma de tránsito. Y lo difícil que es explicar esos momentos incluso cuando somos adultos. Ese es el gran mérito de esta obra alabada por crítica y libreros desde el momento de su publicación.

      Una vez más, no necesitamos un libro extenso, ni tampoco nombres, porque con unas simple siglas nos es más que suficiente. Porque si la autora parece seguir buscando comprenderse a la edad que tenía en ese verano, el lector hará lo propio con sus propias experiencias. Todos hemos sabido lo que es un amor de verano, un beso, una amistad que parece infinita y queda olvidada a unas fechas. Todos sabemos lo que es tener esa edad y buscar el amor y temer el rechazo y sentirlo todo sin saber expresarlo. Eso es lo que tal vez intenta dejar claro Ernaux en esta obra: que todos hemos tenido un verano del 59. Y de un modo u otro, seguimos teniéndolo dentro.

     Comenzaba hablando de esos libros cuya presencia parece constante pero que uno no termina de saber de qué tratan, como en este caso, y ahora tengo la duda de si todos miráis todas las contracubiertas y esto me pasa solo a mi. ¿O también hay libros cuyas cubiertas llegan a resultaros familiares pero nunca llegasteis a mirar su sinopsis?

     Gracias.

martes, 17 de enero de 2017

Paradoja del interventor. Gonzalo Hidalgo Bayal


     "El interventor llegó a la ciudad en tren una noche de noviembre. En aquel momento no era todavía, en modo alguno, el interventor ni había adquirido los derechos o la propiedad del nombre. Se trataba sólo de un viajero anónimo al que las circunstancias del azar irían privando poco a poco de la condición de viajero y forastero hasta terminar convirtiéndolo en el interventor, el duelo exclusivo de la denominación."

     El mundo está lleno de libros magníficos por descubrir y que, hasta ese momento, habitan rincones olvidados de las librerías hasta que alguien los recoge. En esta ocasión fue @Bernie quien me recomendó este título que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de Paradoja del interventor.

     Conocemos a un hombre, uno cualquiera, en una estación cualquiera del tren. Este viajero se apea para dirigirse a un bar y que le rellenen una botella de agua. Es educado, corresponde a la gratuidad de la cortesía solicitando un café mientras mira al interventor que parece no tener prisa para dar la salida al tren. Sin embargo, en tren sale de la estación dejando a nuestro hombre sin nombre abandonado en ella, sin documentos, sin maleta, sin dinero. Sin nada. Nuestro protagonista sin nombre emprenderá una búsqueda en este pueblo desconocido, la de una autoridad que pueda ayudarle, pongamos que es el interventor, y los habitantes, lugareños, es lo que oyen salir de la boca del desconocido. Tanto es así, que esa será la forma en que le llamen.

     Comienza la Paradoja del interventor como Kafka en un Castillo hiciera hace ya muchos años, salvando claro las distancias. Y establece ya las pautas de esta extraordinaria novela sobre la búsqueda de un hombre, en una zona desconocida. Búsqueda en la que irá descubriendo esas vidas anónimas que conforman los microcosmos de las pequeñas realidades y en las que nos dejará sumergirnos acompañándole junto a su botella de agua. Pronto descubrimos, al igual que lo hace el protagonista, que el hombre al que miraba en la cantina de la estación, no sólo no es el interventor, sino que nos damos cuenta de que su conversación se reduce a frases en latín. Nos presenta también a un tal Cristo cuyas paradas procesionarias tienen más de alcohol que de otra cosa, un personaje que, pese a ser el más exagerado en sus padeceres, da buena muestra del pequeño elenco de personas sin importancia con el que nos tropezaremos en esta historia.

     No deja de ser curiosa, además, la sensación de aislamiento que sobreviene al lector ante la zona cualquiera de provincias que nos es representada y que parece vivir al margen del caminar del mundo, tal vez anclada en la sombra de unos momentos mejores que ahora la dejaron en franca decadencia. Una decadencia que arrastra a sus habitantes y al propio interventor ante la atenta mirada de un lector embelesado con el cuidado lenguaje de Hidalgo Bayal. Porque esa es otra de las grandes bazas de esta novela cuya historia es aparentemente banal: las formas, lo escritor. Tienen sus letras algo de solemne, de cuidado extremo en el que cada sílaba ha sido cuidadosamente colocada, que deslumbra en las primeras letras y nos obliga a detenernos para paladear la novela. Y si habéis leído algo del autor, sabréis perfectamente a qué me refiero.

     Se trata, por lo tanto, de un magnífico ejemplo de que no hacen falta grandes aventuras, ni crímenes, aunque cierto es que hay algún misterio y unas cuantas historias tejidas en estas páginas, para conseguir una lectura entregada. Y es que, como comentaba al principio de esta entrada, quedan muchos tesoros por descubrir en los estantes de una librería, y algunos no esconden al menos en apariencia nada deslumbrante. Esos, son los peligrosos, porque pueden esconder tesoros de esos que recomendamos como si fuéramos sus únicos descubridores, aún cuando hayamos llegado a ellos por una recomendación. Como hago yo hoy.

     Y vosotros, ¿recordáis algún libro cuyo argumento,aparentemente gris, os haya marcado?

     Gracias.

lunes, 16 de enero de 2017

El Gran Imaginador. Juan Jacinto Muñoz Rengel


    "No sucedió en tierra firme, sino a bordo de una de las seiscientas cuatro embarcaciones que en aquellos instantes colisionaban con estrépito en una delgada y concurridísima lengua de mar, en el centro mismo del más accidentado Mediterráneo, entre la humareda maloliente que levantaba la pólvora, el clamor de los cañones y la lluvia de los más diversos proyectiles. Allí fue donde se cruzaron las vidas de los dos singulares escritores."

     Si algo me gusta de Muñoz Rengel es la originalidad en los temas y la aparente facilidad a la hora de resolverlos, y digo aparente porque a poco que uno se fije, se da cuenta de que no ha de ser tarea precisamente sencilla. Hoy traigo a mi estantería virtual su último libro, se trata de El gran imaginador.

     Conocemos a Nikolaos Popoulos, de naturaleza, imaginador. Ya desde niño su prodigiosa imaginación le llevaba a otros mundos, primero encontrados en libros y luego en su propia cabeza. Capaz de refugiarse en realidades extraordinarias, ese talento provocaría dichas y desdichas que marcarán una vida azarosa y viajera de este singular hombre. Poco tardará en sentir la necesidad de plasmar en papel sus propias historias y pese a ser alumno, escribano, preso, viajar a Malta y acabar en una celda, conocer a Cervantes o hablar de tratamientos, en realidad lo que tenemos entre manos es la historia de un hombre con un talento extraordinario, y su lucha por conseguir plasmar este talento en forma escrita.

     Una vez más, Muñoz Rengel nos relata una historia extraordinaria, esta vez en un tono que casi parece un cuento para adultos, una leyenda escrita a partir de un trovador. En su historia, comparte además la prodigiosa imaginación de su protagonista compartiendo con el lector los mundos extraordinarios que crea Popoulos, un griego que nace en un lugar que no le prometía fortuna alguna, pero que acaba teniendo una vida extraordinaria en vivencias. Casi pareciera por momentos que la realidad pugna por hacerse fuerte en esa frase que dice, la realidad supera la ficción, y le permite conocer a un desconocido Cervantes, por poner un ejemplo. No pierde el autor el pulso de la prosa, mezclando sucesos reales en los que no duda colocar al imaginador griego, consiguiendo que tal sobrenombre nos resulte tan familiar como extraño nos pareció en el título, y reparte atención entre ficciones y realidades anegadas de anécdotas protagonizadas por Popoulos y, en muchos de los casos, su amigo de la infancia.

     El gran imaginador se convierte de este modo en una epopeya al más puro estilo decimonónico, en la que el lector disfruta de una prosa fluida que le permite avanzar sin escollos entre personajes conocidos, países deseados y realidades inventadas, para dejarse llevar por el juego e imaginar si, por qué no, existió en alguna ocasión un personaje semejante. Para lograr eso no quiero ni imaginar la labor de documentación y el trabajo que ha tenido que tener esta novela de la primera versión a la última, pero el resultado funciona y es tan original como entretenido. Desde luego, tengo que decir que hacía mucho tiempo que no leía una historia semejante. Quizás desde aquella que relataba las aventuras de un asesino cuya mayor tara era la desgracia de ser, y podéis creerme, un hipocondriaco incurable. Aventura que es también del mismo escritor.

     Si tuviera que resumir el libro en una única expresión, diría que he disfrutado. He olvidado la realidad y me he quedado incluso con las ganas de que se desarrollasen unas cuantas de las historias inventadas, como esa de los extraterrestres que nacían sin vida a la espera de recibir un literal aliento, o tal vez de indagar un poco más sobre lo acaecido con unos aceites... En fin, un derroche imaginativo que recomiendo a todos aquellos que tengan ganas de perderse en un destino incierto sin mirar atrás. Y un escritor al que pienso seguir leyendo título tras título.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

sábado, 14 de enero de 2017

Los resucitadores



     "Zombi
     Del criollo de Haiti zombi, quizás de or. africano occid.
     1. m y f. Persona que se supone muerta y reanimada por arte de brujería con el fin de dominar su voluntad.
     2. ad. Atontado, que se comporta como un autómata."
      Real Academia Española

     Hace ya años que Stephen King nos hablaba en su libro Cementerio de Animales de un lugar en el que los muertos resucitaban. Y, como la realidad y la ficción parecen echar carreras y los zombis se han puesto de moda, parece que ahora los zombis han evolucionado hacia los mundos literarios. Y no, no hablo de esos zombis que ya podemos ver hace tiempo en las librerías y que son, pobrecitos, muertos vivientes que arrastran sus cuerpos malolientes en busca de un cerebro (conozco gente así, incluso de los que huelen bien). Esta vez, es el mundo editorial el que tira de fichero y, cual cementerio de animales, decide resucitar a personajes que vivieron y dejaron de contar sus historias. Parece que han olvidado una de las máximas de la literatura que es encontrar personajes inmortales, que sobrevivan en el tiempo cual Quijote o Hamlet, y han decidido aplicar ellos una fórmula resucitatoria basada en a saber qué intereses posiblemente pecuniarios, o de listas de ventas, o tal vez tirar de la nostalgia de sus lectores. A saber.

      El caso es que llevamos un tiempo de resucitaciones no del todo acertadas, en segundas partes tardías, cambios de autor, sagas que de repente se retoman y otras maniobras con las que no estoy del todo de acuerdo. Y es que, señores, los personajes también tiene derecho a una muerte digna. Y, como lectora, reivindico su derecho. No me gusta que me cambien la voz, que me toquen al muerto, que me lo paseen, me lo modernicen y le apliquen su toque personal. Y tampoco me gustan los imitadores, aquellos que se esfuerzan en deformar su estilo para adaptarse al del original sabiendo que jamás llegarán a alcanzarlo para quienes un día siguieron la trayectoria de este o aquel personaje. Porque asumamos una cosa: es una faena el encargo.  Estar a la altura, sacar a Salander otra vez, a Holmes, a Bond... o esos famosos 26 que intentaron continuar lo escrito en El mago de Oz. Y yo me pregunto, si la literatura es un ejercicio de imaginación en el que el escritor despliega un mundo ante los ojos del autor, ¿qué necesidad hay de remakes, postmakes y otras historias? Entiendo los fanfic de quienes continúan para ellos mismos estas historias, pero no la resucitación por encargo. Si ya llevo regular encontrarme determinados perfiles en twitter de autores ya difuntos, y me quedo perpleja ante la cantidad de inéditos en cajones que aparecen día tras día, ahora ya no me llega la vida para saber quién escribe cada cosa. Porque esa es otra, os voy a plantear un problema de difícil resolución. Si tengo una biblioteca en la que coloco los libros por autor y las sagas bien juntitas, ¿en qué lugar coloco a ese autor que tiene sus propios libros y luego continúa otra saga? O un paso más, ¿y si ese autor que tiene su propia saga también fallece y luego otro lo continúa que había tenido su propia obra? ¿Dónde queda ahora la colocación de índice alfabético de autores? Un poco de orden, por favor. Y un poco de respeto a quienes dejaron de asomar a las páginas de los libros, no les demos por muertos porque, cada vez que alguien abre un libro que protagonizan, el personaje vuelve a la vida. Y una vez que se cierra, ese mundo sufre una especie de stand by a la espera de que otro lector, en cualquier parte del mundo, de aliento a ese personaje. Y ese aliento no es para resucitarlo, no. Es, simplemente, el aire que se mueve al pasar las páginas del libro.

     Y vosotros, ¿qué opináis de estas sagas que continúan con distintos nombres?

     Gracias.

     PD. Y no me he metido con los zombificados clásicos, porque esa es otra historia sobre la que opinaré en otra ocasión (como decía Ende).

     "Lázaro, levántate y anda."

viernes, 13 de enero de 2017

Las hermanas Zinn. Joyce Carol Oates


     "La historia de la notable familia Zinn, que finaliza al sonar la última campanada de la medianoche del 31 de diciembre de 1.899, empieza unos veinte años antes, una bella tarde de septiembre en la dorada bruma del otoño de 1.879 -¡ah, cuánto tiempo ha transcurrido ya!- cuando, para confusa vergüenza y horror de su cariñosa familia y consternación de todo Bloodsmoor, miss Deirdre Louisa Zinn, hija adoptiva de John Quincy Zinn y su esposa, emprendió un precipitado paseo sin compañía alguna y, a plena luz del día, fue raptada en los terrenos de la casa solariega de sus abuelos, la histórica mansión Kiddemaster."

     Oates se está convirtiendo en visita habitual de mis estantes, si bien pocas veces, si es que lo hice alguna, con un libro como este. Hoy traigo a mi estantería virtual un libro que lleva mucho tiempo en la real, se trata de Las hermanas Zinn.

     Una familia feliz, en 1.879 celebra en el campo, a orillas del Bloodsmore, la próxima boda de una de sus cinco hijas. Es en ese momento cuando baja un globo y rapta a la menor convirtiendo la apacible vida de esta familia en una aventura mucho menos digna y propia del comportamiento social de la época. Cada hija llevará su vida por un camino poco decoroso para lo que se espera de una mujer, ya sea en la vida, en el trabajo... hasta que la vida vuelve a unir a la familia años más tarde.

     Ahora os hablaré de Mujercitas, aunque suene raro. Pero fue para la re-edición de este libro que se le pidió a Joyce Carol Oates que escribiera el prólogo. En ese momento la autora respondió bastante airada que no entendía por qué no publicaban entonces A Bloodsmoor romance, en lugar de reeditar Mujercitas. No se puede negar que las hermanas March han influído en la literatura moderna.
     En este caso también retrata a la mujer del siglo XIX, y también hay cuatro hermanas, bueno cinco en realidad, aunque la última es adoptada; también hay una tía rica y su padre tampoco aparece demasiado. Y aquí es donde terminan las similitudes entre ambos libros, porque las Zinn no son unas mujeres modelos, no ya en belleza, sino en su carácter, el padre es inventor y su tía, escritora.

     Es un libro escrito sin piedad alguna en contra de los moralismos que apresaban a las mujeres de la época, pero no convierte para ello a sus personajes en heroínas intocables por la pluma del autor, sino que hace justo lo contrario, las condena en base a los usos y prejuicios de la época. Las va criticando como si fuera una vecina entre visillos y así nos hace sentir a nosotros al reírnos de las ridiculeces de sus comentarios. También hay un hueco para Poe, Wilde y casi cualquier persona que se le pasara por la cabeza. Nos deja patente "la superioridad general del sexo masculino" y ataca la ansiada independencia que tienen algunas mujeres (nótese el tonillo).
     Pero no os dejéis engañar por el párrafo anterior, todo lo expuesto no expresa la ideología de la autora sino que es una muestra de la irónica parodia que realiza de la sociedad que tan bien reflejan otras novelas románticas al uso, al leerlas ni nos fijábamos en lo que Joyce se empeña en señalarnos con tanto énfasis y que dicho con todas las letras se nos antoja ridículo. Y, a través del patente sentido del humor entre sus líneas, nos conducirá por los destinos de las hermanas. Impensables, al igual que aquellos que osan acompañarlas. Veremos sesiones de espiritismo absolutamente inolvidables, linchamientos, abuelas con anorexia y un sin fin de aventuras que harán que se nos pasen las horas volando entre risas más o menos disimuladas por si hay alguien mirando.

     Me gusta que estos temas se afronten con un sentido del humor cuidadoso que pasa por ser nada cuidadoso y me gusta el estilod e Oates. Un libro francamente recomendable, y diferente de la línea habitual de su autora. Echadle un ojo.

     Gracias

jueves, 12 de enero de 2017

Jaque al Rey. Michael Dobbs


     "Era el día de su ejecución.
     Lo guiaron a través del parque, flanqueado por dos compañías de infantería. Había una gran multitud y él había pasado gran parte de la noche preguntándose cómo reaccionaría la gente cuando lo viera. ¿Con lágrimas? ¿Con abucheos? ¿Tratarían de ponerlo a salvo o le escupirían con desprecio? Dependía de quién les hubiese pagado más. Pero no hubo estallido alguno; permanecían en silencio, abatidos, intimidados, todavía incapaces de creer lo que estaba a punto de suceder en su nombre."

    Hablar a estas alturas de House of Cards es casi extraño ya que todo el mundo conoce la famosa serie de Kevin Spacey, pero si tiramos del hilo, descubriremos que hay una serie anterior en la BBC, que data de los años 90 y que estuvo basada en la Trilogía de Francis Urquhart, publicada por Michael Dobbs. Hoy traigo a mi estantería virtual, su segunda entrega, Jaque al Rey.

     Retomamos a Francis Urquhart justo donde lo dejamos, va a ser nombrado Primer Ministro. Un hombre que subió al poder a costa de todos  gracias a su inteligencia y maquinaciones, apoyado por su mujer, y con una muerte a sus espaldas, que ahora se encuentra con un monarca recién subido al trono que parece demasiado preocupado por desfavorecidos y medio ambiente. Un hombre, Francis, que sigue confiando en su inteligencia y que es capaz de ver que todo lo hecho para llegar a dónde está le puede pasar factura y estallarle en la cara, y se prepara para salir ileso en una nueva campaña acompañado por un ayudante y rodeado de un magnate que quiere cobrarse sus ayudas, una población maleable y una mujer periodista que no tenemos claro, en un principio, si es tan lista como se cree. La intriga, está servida.

     Francis Urquhart es uno de los protagonistas más potentes que me he tropezado en los últimos tiempos. Máxime cuando estamos en unos libros de intriga política que, en un primer momento, pueden tener apariencia tediosa para los no aficionados al tema. Sin embargo, y pese a que es todo menos una buena persona, no tarda en meterse al lector en el bolsillo y acabamos deseando que gane más de lo que deberíamos, ya que siempre somos conscientes de su maquiavélico carácter. La primera entrega cerraba con broche de oro, haciendo totalmente innecesaria la continuación de la historia. Quizás por eso es fácil percibirla como novela independiente más que como una continuación. Esta vez no tenemos una intriga sobre la campaña electoral, ya estamos dentro. Y Dobbs nos lleva por una novela llena de intrigas, trampas y adulterios para conseguir despertar el interés del lector en la primera mitad y que, de este modo, sea incapaz de levantar la vista durante la segunda hasta llegar al final del libro.
     Está claro que la política proporciona historias más que suficientes para llenar páginas y páginas de libros que no tengamos claro si son realidad o ficción y, en este caso y pese a que el organigrama en UK no es como en nuestro país, podemos identificar situaciones con bastante rapidez. Me ha llamado además la atención que el tiempo ha respetado bastante una historia en la que las tecnologías han tomado rápidamente el control en la vida real, cosa que por razones evidentes no sucede en la novela. Sin embargo, ni lo uno ni lo otro supone un problema a la hora de afrontar la lectura. Esto es así debido a que las situaciones son claramente identificables a otras que vemos a diario en las noticias, y eso genera un interés extra en una historia ya de por sí muy entretenida.

     Sin embargo, porque siempre parece haber un pero, he notado un pequeño bajón en su protagonista. Urquhart ha pasado de ser un protagonista extraordinario a quedarse en simplemente bueno, a ratos brillantes. He echado en falta todas aquellas citas y reflexiones fantásticas en primera persona que poblaban la primera novela, capaces de infundir un respeto del lector hacia quien las enunciaba. Y eso ha provocado una cierta decepción, ya que esa era la parte que diferenciaba más claramente al libro de otras novelas del género. no obstante, sigue siendo un gran personaje, que no quepa duda. Esto es una apreciación personal y, si os animáis a leerlo, encontraréis reflexiones, pero no con esa fuerza que os comento.

     Jaque al Rey es una novela francamente entretenida que recomiendo para pasar estas tardes de invierno ya seáis o no aficionados a la serie o al género.

     Parece que últimamente cuando hablamos de novelas para entretener y evadir, de rápida lectura, la mente vuela de forma inmediata al género negro cuando hay otras muchas opciones. Así que decidme, ¿qué tipo de novelas son las que buscáis para evadiros?

     Gracias.

martes, 10 de enero de 2017

Hacia rutas salvajes. John Krakauer


     "En abril de 1022, un joven de una adinerada familia de la Costa Este llegó a Alaska haciendo autostop y se adentró en los bosques situados al norte del monte McKinley. Cuatro meses más tarde, una partida de cazadores de alces encontró su cuerpo en estado de descomposición."

     Cuadno vi la preciosa edición por el 20 aniversario de este título me di cuenta de dos cosas; la primera es que jamás llegué a comprar este libro que leí prestado, y la segunda que me apetecía mucho releer la historia. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Hacia rutas salvajes.

     Basado en un hecho real que motivó un artículo del autor en un periódico, en el libro conocemos a Chris McCandless, el joven que se adentra en territorio salvaje e inhóspito, cortando sus lazos con familia y amigos, y aparece muerto cuatro meses después.

     John Krakauer da la sensación de no querer novelar la experiencia de este joven, convirtiendo el libro casi más en una suerte de bitácora, que de novela de esas de héroes supervivientes con mayor o menor fortuna de situaciones adversas. Aquí lo tenemos claro desde el primer párrafo, el protagonista no logró aquello que buscaba, así que la pregunta es, ¿y exactamente qué buscaba? Y tenemos dieciocho capítulos que abren con unos fragmentos de otras historias que complementan perfectamente a estas, para conseguir descifrar un enigma que, ojo, tan sólo el propio McCandless nos podría descifrar.

     De este modo recorremos sus pasos, conocemos sus movimientos y nos apoyamos en mapas para conseguir hacernos esas rutas salvajes de las que nos habla el título. Son particularmente interesantes en este sentido las notas del cuaderno del protagonista. Y también complementamos todo ello, con los testimonios de quienes se cruzaron en su camino y se encontraron con un joven nada preparado para la empresa que se había propuesto. Incluso el propio autor comparte sus experiencias y pasión por la montaña. Y aún así nos seguimos preguntando por esa fractura con la vida de un joven acomodado, nos debatimos entre comprender lo que hizo y juzgarle duramente por su inconsciencia que roza lo arrogante en determinados momentos al rechazar los consejos de quienes tienen más experiencia. Y, sin embargo, no podemos evitar desarrollar una simpatía por este joven, casi envidia por su hazaña, por su atrevimiento (pese al terrible resultado), pese a que en la mayor parte de los casos yo no compartía en absoluto su forma de ver las cosas. Y ese es uno de los grandes logros de este libro, hacer pensar al lector a través de esta historia terrible que desdramatiza, dejando que lleguemos al final para descubrir lo que allí sucedió, y también dejando que pensemos qué más cosas debieron de pasar por delante del joven McCandless durante las semanas que duró su experiencia.

     Hay una película de Sean Penn basada en este libro que es relativamente fiel a lo que se cuenta. Muy recomendable como complemento a la historia escrita. Nada que ver con Viven!, o con Naufrago. si eso es lo que buscáis... este no es vuestro libro.

     La literatura no es ajena a las modas, y estas historias que van desde Viven! y su lucha por sobrevivir, hasta la barca de Vida de Pi, tienen momentos de éxito que suelen terminar en la gran pantalla pero que no generan una corriente completa como en el caso de, por ejemplo, los vampiros o magos. Así que os pregunto, ¿os gustan este tipo de historias?

     Gracias.

     "No eches raíces, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nómada... No necesitas tener a alguien contigo para traer una nueva luz a tu vida. Esta ahí fuera, sencillamente."

lunes, 9 de enero de 2017

Vida y muerte de Sophie Stark. Anna North


     "La primera vez que Sophie me vio, yo estaba subida a un escenario. La chica con la que vivía entonces había organizado unas veladas de monólogos en un bar de Brunswich y después de un par de semanas de espectadora decidí que también yo quería contar algo. No era como los otros jóvenes que había en el local nunca me había considerado actriz, ni escritora ni nada creativo."

     Hay colecciones que sigo por principios, esta es una. Cuando veo un título de Alba perteneciente a la colección Contemporánea, no puedo evitar sentirme irremediablemente atraída por él. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Vida y muerte de Sophie Stark.

     Conocemos a Sophie Stark, cineasta, mujer incomprendida, luchadora. Y la conocemos a partir de los testimonios de seis personas que la conocieron: su amante, su marido, un músico, un periodista, su hermano o un compañero de la universidad.

     Siempre me han fascinado las personas diferentes, ni buenas ni malas, diferentes. Tienen algo de especial que hace que me sienta irremediablemente atraída hacia ellas, y esa diferencia puede pasar incluso por la más asombrosa normalidad, como es el caso del protagonista de Stoner. Esta vez es Sophie, una mujer especial, que no termina de comprender cómo funcionan las relaciones en el mundo y camina sola una buena parte de su vida por muy acompañada que esté. Una mujer que afronta a quienes no comprenden como actúa y no baja la mirada, consciente de sus fisuras y frontal a la hora de hablar, y de mirar. Y, sin embargo, Sophie es el gran y maravilloso enigma de este libro que nos lleva por los círculos formados por su entorno, círculos que se superponen en algunos momentos pero que jamás llegan a dar una visión completa. Porque Sophie, cineasta laureada, no se dejaba conocer totalmente por nadie y, sin embargo, ella era capaz de exponer los sentimientos más viscerales a través de sus películas. Cada una de ellas, desde la primera, un corto sobre un compañero de la universidad, tenían la capacidad de mostrar la parte más recóndita del alma de quien las provocaba. Porque cada película, cada centímetro de metraje, exponía a una persona de su entorno, como si esa cámara usada como ventana fuera a la vez un grito de ayuda para poder mostrarse ella. En realidad, la historia, conmovedora hasta sus últimas líneas, muestra el grito de quien quiere y teme ser encontrada, de quien tal vez en un momento perdió la esperanza de poder ser "normal" y tal vez por eso necesitaba un foco en el que centrarse cada vez, y con él, un sentimiento que desgranar.
     Porque si ella no se mostraba, era la mejor observadora. Ya en las primeras páginas, en un arranque realmente espectacular, North nos relata como una mujer sube a contar un relato propio, un cuento con el que desnuda una parte que ficciona y que tendría la fuerza suficiente como para convertirse en una novela por sí mismo. Y en un ejercicio de virtuosismo, de anticipación al pensamiento del lector, Sophie está allí, entre el público, percibiendo lo mismo que el lector y decidiendo que esa será su próxima película. Ese es el momento en el que el lector conecta, apenas un puñado de páginas leídas, con esta mujer a través de un hilo invisible que no se llega a romper en ningún momento. A partir de ahí leemos a Sophie, buscamos su rastro en esos ojos que todos miraron alguna vez, y que todos nos contaron, y, al igual que ellos, nos quedamos en un rastro de superficie ansiando bucear en ellos. Miramos, miramos sin poder acercarnos más a quien nos pone la piel de gallina incluso en otras bocas y nos olvidamos de esos libros de antihéroes, y también en los que buscan en la creatividad de sus personajes una forma de pertenecer a algún tipo de corriente cool en sus letras. Porque Vida y muerte de Sophie Stark no es nada de eso.

     Vida y muerte de Sophie Stark es un novelón y Sophie es una inquilina más en el alma de quien lo lee. Un libro para ser disfrutado y sentido con una protagonista capaz de sentir, amar, ganar y perder, con inseguridades y certezas, con relaciones y desengaños. Un libro con alma.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.
   

miércoles, 4 de enero de 2017

La pareja de al lado. Shari Lapena


     "Anne puede sentir el ácido revolviéndose en su estómago y trepando por su garganta; la cabeza le da vueltas. Ha bebido demasiado. Cynthia se ha pasado la noche rellenándole la copa. Anne no quería sobrepasar un límite, pero las cosas se le han ido de las manos; tampoco sabía de qué otra manera aguantar la velada. Ahora no tiene ni idea de cuánto vino ha bebido en el curso de esta interminable cena. Tendrá que extraerse leche por la mañana."

     Posiblemente este sea uno de los libros de los que se oiga hablar en las primeras semanas del año. Quedáis con eso. Hoy traigo a mi estantería virtual, La pareja de al lado.

     Conocemos a Anne y Marco la noche que salen a cenar por primera vez desde que son padres. La canguro les falla y ellos habían quedado en casa de los vecinos, sí, de al lado, Cynthia y Graham. Cynthia no soporta a los niños y deciden ir igualmente cargados con el monitor de vigilancia y acudiendo por turnos cada media hora a comprobar el estado de su hija. Anne no está cómoda y, cuando regresan, realizan un terrible descubrimiento: Cora, su hija de seis meses, no está en la cuna.

     Los libros que involucran niños son siempre efectivos para el lector, tienen una carga dramática extra. Si se trata además de un bebé ya tienen medio público ganado, y de eso se vale la autora de este libro para cargar de tensión el secuestro en torno al que gira la trama de La pareja de al lado. De hecho lo mejor del libro es precisamente eso, la relación y la angustia de unos padres que descubren que su hija no está en casa. Y la autora lo hace con la rapidez suficiente como para que el lector no termina cansado de los lamentos de unos padres que no huyen de su conducta negligente por haber dejado solo a su bebé. Nos permite juzgarles a la vez que explica de una forma comprensible la decisión que tomaron. Una madre primeriza, deprimida, un cuerpo que ha cambiado, un marido relegado... y la posibilidad de hacer una salida como la de otros tiempos a casa de sus vecinos. Y en el primer capítulo ya nos plantea el secuestro. Y se apresura una vez más a darnos a conocer a la tercera pareja protagonista del libro, los padres de Anne, acaudalados, posible motivo económico, la intriga está servida. Y también la policía, con un detective del que apenas conocemos nada a nivel personal, deliberadamente opaco supongo, pero que aparece demasiado como para que el lector no se pregunte más sobre él. Porque sí, he encontrado bastantes peros a este libro, me ha costado. Superado ese momento de tensión, y asumidas las vueltas con las que la autora nos intenta sorprender, el libro decae y no consigue recuperarse, hasta llegar a un final... bueno, no desvelaré nada, pero tengo que decir que ha sido insatisfactorio en mi caso.

     El conjunto es una novela que funciona cumpliendo lo que promete, un ritmo rápido para una trama que busca mantener al lector entretenido y pegado a sus páginas. Es más, diría que incluso fue concebido ya como una posible película a juzgar por muchas de sus escenas. Me ha recordado de una forma casi constante a la archiconocida y exitosa Perdida, y es fácil suponerle un éxito similar, pero si lo que vas buscando es una calidad determinada, La pareja de al lado tiene unas cuantas carencias.
Entretenida, muy entretenida, de hecho es fácil que os dure apenas un suspiro entre las manos. Que ya es mucho.

     Y vosotros, ¿cuál es el último título que os mantuvo pegados a sus páginas?

     Gracias.
   

martes, 3 de enero de 2017

Patricia Brent, solterona. Herbert George Jenkins


     "Nadie viene a recogerla nunca para salir y jamás va a ninguna parte y, sinembargo, no tendrá más de veintisiete años, y realmente no es fea.
     - No es el aspecto lo que atrae a los hombres -había un matiz definitivo en aquella voz-. Es otra cosa.
     La oradora arrojó estas palabras en un tono que manifestaba una extrema desaprobación.
     -¿Qué? -inquirió la otra voz.
     - Oh, es... pues bien, es una cosa bastante delicada -respondió la otra vez sombríamente-. Los franceses lo llaman ser très femme. En cualquier caso, ella no lo tiene."

     Leer los tesoros de esta editorial se ha convertido poco a poco en un placer habitual, no solo por los títulos elegidos, ya que el formato y cuidado de sus publicaciones no nos puede pasar desapercibido a quienes gustamos del libro como objeto a conservar. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Patricia Brent, solterona.

     Conocemos a Patricia Brent, una mujer de veinticuatro años, con una carrera profesional de secretaria en la que le va muy bien, cosa a tener en cuenta aprimcipios del siglo pasado, y que vive en una pensión de esas en las que los clientes habituales son casi una familia. De hecho cenan juntos a diario, y ese será el comienzo de sus problemas. Una noche, Patricia escucha como le cuelgan el cartel de solterona con cierta lástima, así que decide inventar un compromiso matrimonial con un joven inexistente en una cena soñada al día siguiente. Patricia tiene que seguir su mentira para no quedar como una embustera, así que de dirige al restaurante dispuesta a cenar allí, sin saber que habrá huéspedes cotillas en él que llevarán a esta mujer a solicitar la ayuda de un joven desconocido. Pero, ¿hasta dónde llegará esta mujer para mantener su engaño, aparentemente inocente?

     Con la I Guerra Mundial aún en las calles, está claro que esta novela fue concebida para poder pasar un buen rato. De hecho, no me cabe duda de que, en caso de haber existido este género, la novela que hoy os muestro hubiera sido colocada en los estantes del chick lit ya que encaja perfectamente con las comedias de enredo de corte semirromántico. El autor busca la sonrisa, y para ello no duda en casi caricaturizar a los huéspedes del hotel en sus defectos más remarcables para la historia, de tal modo que lo que comienza irritando, acaba sacando la sonrisa del lector. No entra en sesudas descripciones, ni busca tampoco profundizar en el carácter de quienes pueblan las páginas, de hecho, ni siquiera toma partido o carga tintas sobre la Guerra pese a que está presente en la novela. Veremos enamoramientos veloces, enredos que a veces pueden resultar un tanto repetitivos pero en absoluto aburridos y mucho desparpajo en Patricia, una mujer con carácter que no duda en seguir adelante con su inocente mentira.

     Patricia Brent, solterona me ha resultado una lectura entretenida, con unas preciosas ilustraciones, particularmente la de la cubierta, que me ha servido para despejarme durante una tarde y olvidarme de todo con una sonrisa en los labios. Además, al tratarse de una novela no muy extensa, permite que sus excesos sigan manteniendo la frescura hasta el último momento.

     Reconozco que me cuesta más reír que llorar con un libro, ¿y a vosotros?

     Gracias.

     PD. Hoy sí, os dejo el book tráiler.


lunes, 2 de enero de 2017

Todo por amor. Lorenzo Silva



     "Esa noche, en el calabozo, Samuel pensó que en España la única manera de no acabar detenido si a tu novia le da un ataque de ira era dejarse sacar los ojos. Pero había otra.
     Ser juez."

    Cierto es que sigo a Lorenzo Silva desde hace años. No solo en los libros, también en las redes. Así que leer este libro era cuestión de tiempo. Hoy traigo a mi estantería virtual, Todo por amor.

     Dar una sinopsis de un libro de relatos siempre es complicado, digamos en este caso que el libro se compone de un menú de 102 bocados de realidad.

     Quizás uno cuando lee o ve las noticias, no sea consciente de lo que realmente está viendo. O quizás estemos perdiendo ese tipo de sensibilidad ante lo cercano por los horrores de lo lejano. Tal vez... no lo sé. Sin embargo, cuando uno se enfrenta a Todo por amor, no es consciente de lo que tiene entre manos hasta que no avanza un poco en su lectura. Relato a relato, a lo largo de estos 102 bocados de realidad, Lorenzo Silva va despertando la sensibilidad del lector. No ante el crimen, que esa ya se presupone, claro, pero sí ante todo lo que hay detrás. Silva, observador omnisciente que nos mete en las situaciones con la claridad de quien conoce cada pensamiento de sus protagonistas, juega con el privilegio de esa posición para abrir el arco y que no nos quedemos solo en el crimen, en el delito. Nos muestra las consecuencias, si las hay, y la parte más escalofriante: los motivos. Esos motivos que, muchas veces, se acogen al curioso título elegido por el autor para este recopilatorio de relatos.
     No nos deja Silva 102 muertos, porque no hace falta. Lo que nos deja es un retrato en el que conviven políticos, mujeres explotadas, ancianas, fuerzas de seguridad, hombres, mujeres, víctimas y verdugos. Vemos los delitos y también las consecuencias... y la vara de medir de una sociedad sobre la que el autor posa su mirada no exenta de crítica. Nadie escapa a esa mirada. Y se permite darnos algunas sorpresas también, nos encontramos a Lorenzo Silva, y también a Vila. Encontramos a todos en realidad. La intolerancia, la excusa, la degradación, la corrupción... y la eterna pregunta sobre la justicia, lo que entendemos por justicia y lo que sucede con ella.

     He elegido este libro como primero del año por la reflexión. Parece ya marca de autor el que Lorenzo Silva dirija su mirada hacia realidades olvidadas o incómodas, y obligar al lector a mirar hacia ellas. Ya lo hace con su famosa saga, comenzada en un momento en el que la Guardia Civil parecía un cuerpo olvidado en la literatura, y en sus últimos libros nos mostró de cerca esos lugares que únicamente parecemos conocer en la lejanía de un eco televisivo. Esta vez se ha quedado cerca. Silva nos habla del vecino, del conocido, del amigo, del compañero de trabajo, de ése que pasea por la calle en el que no hemos reparado o de aquel otro al que aceptamos como amigo en una red social aunque no le conocíamos, porque a fin de cuentas, para eso están las redes. Y de la justicia y el uso que se hace de esa palabra. Me ha gustado. Me ha hecho pensar.

      Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la primera semana del año?

     Gracias.